EL ENIGMA DE VANCE

“Nuestro país requerirá todo tipo de apoyos y puertas en la Casa Blanca”.

Columnas
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J.D. Vance

Esta semana todas las miradas se concentraron, de manera comprensible, en Donald Trump, y casi en la misma medida en Elon Musk. Menos gente prestó atención, como suele suceder, al vicepresidente entrante, J.D. Vance.

Como se ha documentado extensamente en los medios de comunicación, Vance es un abogado católico militante, cercanísimo a los círculos de inversión que patrocinaron la campaña trumpista.

En concreto, Vance es un protegido de Peter Thiel, el ideólogo principal de la nueva oligarquía tecnológica, quien evidencia públicamente su militancia contra la cultura Woke. Vance, sin embargo, aunque hoy pueda formar parte de la élite estadunidense, viene de la base de la pirámide social, como refiere en su notable libro Hillbilly Elegy.

Además, Vance es ideológicamente más próximo a las propuestas de Patrick J. Deneen, el académico católico de la Universidad de Notre Dame autor de los libros Why Liberalism Failed y Regime Change, antes que al anarcocapitalismo de Thiel, Musk y los otros multimillonarios.

Para Vance, como lo detalla en su propio libro, el remedio a los males de Estados Unidos es social y espiritual. Pretende que se trata de resolver el vacío espiritual de las comunidades más pobres en EU, primero desde luego con actividad religiosa en los templos (church attendance), pero también con políticas sociales más inteligentes y creativas para los pobres y desempleados.

Interlocución

Cierto que los vicepresidentes históricamente no suelen desempeñar un papel importante en la definición de políticas públicas de una administración norteamericana. No obstante, en este caso pudiera tratarse de una excepción en la medida que, como decía, Vance es el político patrocinado desde hace años por Peter Thiel. Más significativo aún, siendo este el último periodo de gobierno de Trump, muchos vaticinan que el heredero del poder y de la formación ideológica de las nuevas generaciones en el Partido Republicano será J.D. Vance.

Entonces, nuestros analistas harían bien en prestar más atención al perfil biográfico, ideológico, político y profesional de Vance. ¿Qué papel le asignará Trump en su gobierno? ¿Temas internacionales, filantrópicos, política local o ninguno? De suyo, cualquiera de estos puede servir de plataforma para construir un futuro político. El propio gobierno mexicano haría bien en construir interlocución con Vance y su círculo más cercano. Y es que, además, su esposa tiene raíces en India, el país rival de China, antagonista principal de Estados Unidos en el siglo XXI. No es descartable que existan conexiones políticas por explorar ahí también.

Ahora bien, si los empresarios, cabilderos y legisladores mexicanos encuentran muy difícil acercarse a Trump, podrían empezar a cultivar su amistad con Vance y los círculos económicos que lo acompañan. Da la impresión de que, más tarde que temprano, el enfoque agresivamente capitalista de Trump podría chocar con la sensibilidad social de derecha de Vance. Algo tendrán que ofrecer a sus votantes más pobres, no solamente la desregulación fiscal para los multibillonarios.

Las comunidades católicas mexicanas, los legionarios de Cristo, el Opus Dei y todas esas congregaciones dueñas de escuelas carísimas, también podrían crear interlocución con Vance.

Ante la emergencia que se avecina para México es preciso emplear la imaginación política a fondo, pues nuestro país requerirá todo tipo de apoyos y puertas en la Casa Blanca.

Mantengamos la atención en Vance y las actividades que le corresponda desempeñar en esta administración.