¡OLÉ!… Y LO QUE VIENE

Guillermo Deloya
Columnas
ELECCIONES

Una elección de resultados inesperados para un Partido Socialista Obrero Español (PSOE) que a pesar de maniobrar para aventajar a su principal rival político encontró una pared que pone en un predicamento el rumbo y destino de todo un país.

Y así a pocos se fue construyendo un escenario en España que hoy deriva en una incertidumbre generalizada; desde el adelanto de la jornada electiva que debería llevarse a cabo en diciembre, hasta la estrategia por debilitar al Partido Popular (PP) en su capacidad de hacer campaña en un menor lapso fueron factores para llevarnos a este punto. Pero parece que España está habituada a la inestabilidad y este nuevo episodio tendrá que resolverse sobre cimientos de intensas negociaciones.

No podría ser diferente cuando las fuerzas políticas no cuentan con los números suficientes para poder hacer gobierno. Ahí, con una muy ligera ventaja, el PP buscará el apoyo de VOX y otros partidos pequeños para forzar la proclamación de un nuevo presidente. Con sus 136 escaños obtenidos, el conservadurismo parece tener un paso adelante del PSOE, que a su vez obtuvo 122 lugares en el Congreso.

Y de esta realidad se derivan a mi parecer tres posibles escenarios: el más lógico sería que Núñez Feijóo busque con el PP dar el paso hacia convertirse en el nuevo presidente de la nación. En ese caso, aun con su ligera ventaja, la ruta que tiene hacia ese cometido es sumamente pedregosa. En primer lugar, tendría que lograr la propuesta por parte del Rey mismo y conseguir ya sea mayoría absoluta en primera votación o mayoría simple en segundo intento. Con el cúmulo de enconos y el revuelo reciente que la misma jornada deja es poco probable que ello ocurra.

En el segundo escenario, si el PSOE pretende prolongar el mandato de Pedro Sánchez deberá contar con el apoyo de prácticamente todo el espectro de partidos políticos menores para que le den los números suficientes que lo sostengan. Sobra decir que los diferendos con tierras catalanas dejarían fuera de tal apoyo a Bildú y al PNV, que ganaron seis y cinco escaños, correspondientemente.

Y una tercera vía de resolución, quizá la más estridente, sería que en razón de la falta de consenso para lograr la investidura de alguno de los dos protagonistas mayores de esta contienda electoral se pueda declarar lo que se conoce como un “bloqueo”, situación que llevaría obligadamente a la repetición de la elección. Y si bien sería estridente no sería un debut en el haber político del español debido a los similares escenarios de 2016 y 2019.

Democracia

Sin embargo, el abono a la incertidumbre y el desgaste hacia una nueva ronda de elecciones ahondaría en las diferencias notoriamente perceptibles entre izquierda y derecha como fuerzas políticas. La construcción de nuevos acuerdos sería un cometido sumamente complicado por el encarecimiento que previsiblemente tendrían los partidos pequeños que darían el soporte de mayoría a alguno de los dos posibles ganadores.

Pero hay un componente que hay que destacar como el gran paraguas y cúpula de cobertura de esta gran decisión electoral de los españoles y eso es algo que debería ejemplificar a nosotros, los electores mexicanos: son muy pocos los ciudadanos que se han hecho ajenos o indiferentes a esta justa en las urnas y tan solo de 2019 a esta fecha la participación en la elección aumentó 4.17% para colocarse en un lustroso nivel de 70.4%. Esto implica que cualquier decisión que en un futuro se traduzca en gobierno vendrá revestida de una legitimidad inobjetable al estar bajo el cobijo de la obligación cumplida.

Más de 37 millones de españoles manifestaron su preferencia mediante el sufragio en los confines territoriales, aunados a los 2.3 millones que lo hicieron en el extranjero. Un ejercicio exitoso que si bien en lo político deriva en rumbos borrascosos, en lo estructural de su democracia aporta un gran ejemplo.

Pero por otra parte emprender el distanciamiento de las posturas hacia los extremos no hace más que dividir con profundas zanjas a una sociedad que tiende a polarizarse en una marcada diferencia de posturas entre radicalismos de izquierda y de derecha.

¿Acaso nos suena familiar?