Tenía tiempo, por lo menos desde el inicio del sexenio, que la diplomacia y política exterior de nuestro país no alcanzaba un referente de valiente posicionamiento. Como se recordará, cuando el 24 de febrero de 2022 comenzó la invasión a gran escala de Rusia a Ucrania la condena fue casi unánime. Con señalados casos de tiranías como Corea del Norte, Bielorrusia o aliados incondicionales de la antigua Unión Soviética, la agresión militar ha sido vista como un factor generador de desequilibrios, donde la peor parte, como sucede en la historia, la lleva la población civil.
El entonces gobierno mexicano se abstuvo desde el principio de llamar a la invasión como lo que era. En cambio, lo sustituyó por eufemismos como “conflicto” o simplemente “guerra”, con lo cual demostraba, al menos, una inexplicable tolerancia a la agresión e invasión militar a gran escala.
A final de cuentas, se trataba de un silencio u omisión que colocó al país en el lado equivocado en la promoción de la justicia y la paz en el mundo. Sin embargo, el actual gobierno en buena hora ha rectificado.
Hoy hay más de cinco millones de desplazados, la mayor parte de las obras de infraestructuras devastadas (se calculan 500 mil millones de dólares en pérdidas materiales), más de 500 mil víctimas mortales y desaparecidas, según datos de las Naciones Unidas.
Al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, la postura de su política exterior lo ha llevado a compartir asiento con auténticos adversarios (¿debiera escribir enemigos?) de la democracia como Corea de Norte, Bielorrusia, Nicaragua o Sudán, así como las inasistencias de Bolivia y Venezuela al momento de la votación de la condena de la Asamblea General de la ONU el pasado 24 de febrero.
Por su lado, Latinoamérica volvió a demostrar la profunda fragmentación en cuanto a un posicionamiento más o menos articulado para la región: se abstuvieron Colombia, Brasil, Argentina, Paraguay, El Salvador, Cuba y Honduras.
A favor de que “Rusia retire de inmediato, por completo y sin condiciones todas sus fuerzas militares de Ucrania” (texto de la votación) sufragaron Perú, Chile, Uruguay, Guatemala y México.
Reacomodo
Esta decisión de la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo es un buen mensaje que va mucho más allá de la adopción de posturas diferenciadas respecto del anterior gobierno. Se trata de retomar y posicionar a nuestro país como un consistente promotor del diálogo, la justicia y la resolución pacífica de los conflictos entre las naciones.
Desde 1938, cuando el gobierno del presidente y general Lázaro Cárdenas del Río fue el único en el mundo que condenó la invasión de la Alemania nazi a Austria, México ha sido consistente en la construcción de la paz internacional.
De hecho, hay una Mexikoplatz en el corazón de Viena en recuerdo y gratitud por la solidaridad demostrada al pueblo de ese país en esos graves momentos, que poco después darían paso a la mortífera Segunda Guerra Mundial.
También es relevante considerar que el voto de México a favor de la condena a la invasión rusa es un notable contraste con la postura de la Casa Blanca. Por primera vez en la historia desde 1945 se marca una diferencia diplomática y militar entre Estados Unidos con Canadá y un aliado histórico e imperturbable: el Reino Unido. El pragmatismo aducido por los nuevos funcionarios de la Casa Blanca tiene los límites de los intereses colectivos, así como por los valores de la democracia, la tolerancia y la libertad. El reacomodo iniciado tendrá una corta duración.