A cinco meses de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, Joe Biden está decidido a neutralizar lo que podría ser su mayor vulnerabilidad política frente al expresidente Trump: la inmigración. ¿Y cómo lo hizo? Aplicando un capítulo del manual trumpista: cerrando la frontera.
Utilizando su poder ejecutivo para eludir al Congreso, Biden autorizó cerrar la frontera cuando se vea desbordada y se superen los dos mil 500 cruces irregulares diarios durante una semana, que es exactamente lo que está ocurriendo. Y volverían a abrirla solo si bajan a menos de mil 500. Algo que difícilmente pasará, ya que desde febrero de 2021 a diario se rebasa ese número.
Muchos creen que esto acabará en la Suprema Corte, pero Biden parece estar dispuesto a arriesgarse a una derrota en los tribunales y al enojo de la base progresista de su partido. Y esto se debe a que está a punto de enfrentarse a su predecesor en el primer debate presidencial y necesita un cambio de narrativa ante sus bajos niveles de aprobación.
Hoy en día solo 30% de la población estadunidense aprueba la gestión de Biden, pero su talón de Aquiles en definitivo es la migración, con apenas 29% de aprobación. En política exterior no se queda atrás, con únicamente 30%, mientras que en el manejo de la economía alcanza 37%, según la más reciente encuesta de CNBC.
Por ello tampoco debe sorprender que ahora la mayoría de estadunidenses apoye la idea de deportaciones masivas, como ha propuesto Trump. Incluso entre los demócratas 42% quiere que los inmigrantes indocumentados sean expulsados, frente a 68% de los republicanos y 46% de los votantes independientes.
Trampa
La acción ejecutiva llega inmediatamente después de la elección presidencial en México y una llamada telefónica con el presidente Andrés Manuel López Obrador, así como con la candidata electa Claudia Sheinbaum.
Dicen que absolutamente nada en la política ocurre por casualidad, por lo que claramente México seguirá siendo protagonista en la contienda electoral al norte del Río Bravo. A su vez, la crisis humanitaria que atraviesa el continente será uno de los principales retos para ambos gobiernos, independientemente de quién llegue a la Casa Blanca para el próximo cuatrienio.
Lo que tampoco es casualidad es que mientras Biden sigue atrapado en la frontera, Trump parece más feliz que nunca. Sí, a una semana de convertirse en el primer expresidente de EU en ser declarado culpable de delitos graves, el republicano parece listo para la revancha. No solo está de vuelta en su hábitat natural de los mítines políticos y las teorías de la conspiración, sino que además salió fortalecido entre su base electoral.
Aunque quizá los 35 millones de dólares que recibió en donativos de sus seguidores a las pocas horas de darse a conocer el veredicto tengan algo qué ver.
Todavía está por verse si la arriesgada apuesta de Biden tendrá éxito para sus aspiraciones de reelección. Lo que es un hecho es que al caer en la trampa de Trump de reducir la cross migratoria a la frontera, tanto él como su partido parecen haber renunciado a uno de los pilares fundamentales de su ideología moderna. Para muestra: en los 40 años transcurridos desde que EU creó su sistema de asilo, ningún otro presidente demócrata había suspendido la posibilidad de buscar refugio en ese país, un derecho internacional.