“Cree que puedes y estarás a mitad del camino”.
Theodore Roosevelt
Theodore Roosevelt Jr. fue el vigésimo sexto presidente de Estados Unidos, siendo hasta la fecha la persona más joven en convertirse en el primer mandatario de ese país. Por si fuera poco, se le ha considerado uno de los cinco mejores presidentes de esa nación. Era un gran escritor prolífico, que lo mismo hablaba de política exterior o de los parques nacionales.
Nació el 27 de octubre de 1858 y murió en enero de 1919. Cuenta la leyenda que estando de caza en Mississippi un compañero le presentó al presidente un pequeño oso para que lo matara, pero Theodore se negó, argumentando que era muy pequeño. De ahí que su política de cuidado ambiental fuera tan popular. Su exmujer lo llamaba Teddy, aunque a él le molestaba el sobrenombre.
El oso teddy fue y sigue siendo un símbolo de los estadunidenses y denota la gran admiración que el presidente tenía por la naturaleza. El oso se volvió tan popular, que en la campaña de Theodore se usó como símbolo. Hoy es conocido a nivel mundial como el teddy bear, pero su origen se remonta al siglo pasado.
Al morir, el teddy original fue disecado y se encuentra en Washington en el museo de Historia Natural.
Pena ajena
El tipejo tenía una colección de osos de peluche realmente escandalosa. Era peor que la isla de las muñecas en Xochimilco. Solo en su habitación tenía aproximadamente unos tres mil de estos muñecos de todos los tamaños, colores y texturas. Bueno, hasta había gastado una fortuna en los juegos de Six Flags (antes Reino Aventura) hasta conseguir uno del tamaño de un niño de once años de color rojo chíngame la retina.
Pero eso no era lo peor; el sujeto, del que no puedo mencionar su nombre por pena ajena, estaba completamente loco, no solo por coleccionar los pinches peluches: con el tiempo fue desarrollando un gusto aún peor. Primero compraba corazones de pollo en el mercado de Mixcoac, los guardaba en formol y se los metía a sus muñecos. Con el tiempo se fue sofisticando. Mientras más grande era el oso, conseguía corazones y frascos más grandes, los introducía dentro y luego los cosía con magistral empeño, digno de cirujano del IMSS. Los corazones de pollo se volvieron insuficientes para los peluches más grandes, así que el hombre comenzó a matar a diestra y siniestra. Primero a conejos y al paso del tiempo a animales más grandes como changos, tigres o lo que fuera requiriendo su presa.
Pero no encontraba un corazón del tamaño del oso que consiguió en Six Flags. Ahí fue cuando decidió que necesitaba el corazón de un niño. Fue su primera víctima. Al cabo de un tiempo se hizo de osos más grandes y con ello sus presas fueron creciendo en tamaño. Como siempre, Tris dio con el tipejo por pura casualidad, porque compraba gran cantidad de formol que obtenía del médico forense. Una buena noche vio a su amigo salir con un garrafón del líquido y le preguntó para qué llevaba eso. Su amigo le contestó:
––Tengo un cuate que me localizó por internet y dice que colecciona corazones.
A Tristán le pareció muy sospechoso, así que le dijo a su amigo que lo iba a seguir para ver qué era lo que realmente hacía el tipo. Así lo hizo, lo siguió hasta su casa. Cuando entró, percibió un olor muy penetrante. Descubrió que el tipo enterraba a sus víctimas en el Panteón de Dolores, en las tumbas recién hechas. Las personas que mataba eran la mayoría indigentes, así que nadie reclamaba los cuerpos. En total logró encontrar al menos 70 diferentes corazones.
Como el forense sabía de la existencia del tipo, Tris lo tuvo que detener y llevar a la comisaría. Cuando lo interrogaron, él solo dijo:
––Les faltaba mucho corazón a mis ositos de peluche.