EL ROBO Y EL PRIMER JEFE

“Algo más que despojar a alguien de un objeto”.

Columnas
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En México —como en el mundo— el robo ha sido un problema persistente a lo largo de los años y ha afectado a diferentes niveles de gobierno y diversas instituciones. Peor todavía cuando se usa un cierto nivel de autoridad para beneficio propio; mejor dicho: tener el poder suficiente para robar sin ninguna consecuencia.

Muchos dirán que este fenómeno está normalizado por las y los mexicanos, como parte de los quehaceres de la sociedad, aunque esta no lo vea así. ¿De dónde provienen estas acciones tan condenadas que nuestros gobiernos siempre se proponen erradicar?

La Revolución es un buen ejemplo de cómo dichas prácticas han estado presentes en la historia de México. Hay una anécdota sobre una palabra que significaba robar y estaba relacionada con el entonces primer jefe: “carrancear”.

El 16 de junio de 1918 la Revista Mexicana: semanario ilustrado, diario crítico de Venustiano Carranza, publicaba que “carrancear es robar. Es tanta la merecida fama que han adquirido sus partidarios en el arte de apoderarse de lo ajeno, que han encontrado justificadísimo introducir un neologismo seductor en el idioma. El general X se ha carranceado la casa de don Fernando de Teresa”.

Aun cuando la Revolución sea conocida como un momento de cambio y transformación para el país, también cabe destacar que los revolucionarios eran personas con defectos e intereses personales y la corrupción, asimismo, se manifestaba en varios de ellos.

Defectos e intereses

El robo era algo común entre los revolucionarios e incluso les funcionaba para desprestigiarse entre ellos. Hay un mito interesante relacionado con esto. Según le contó Álvaro Obregón al escritor español Blasco Ibáñez, Carranza invitó al ministro de España a un banquete en el Castillo de Chapultepec como agradecimiento a su país por reconocer al gobierno mexicano. En la comida también estaban Obregón y Cándido Aguilar (secretario de Relaciones Exteriores). Carranza se encontraba sentado frente a ellos. Durante el evento, el embajador se dio cuenta de que le faltaba su reloj. Primero miró a Obregón, pero al estar del lado donde le faltaba su brazo, no pudo ser él. Luego miró a Cándido Aguilar, pero su mano estaba paralizada. Finalmente, el embajador exclamó: “¡Esto no es un gobierno, es una cueva de ladrones!”

Carranza se levantó, entregó el reloj al embajador y le dijo “¡Tómelo y calle de una vez!” El embajador, admirado porque el ladrón estaba frente a él, le dijo con admiración: “¡Ah, señor presidente! Por eso le dicen el primer jefe”.

Esta historia, aunque no se pueda verificar su veracidad, muestra la visión que existía entonces sobre distintas personalidades y rompe con la idea del revolucionario como un personaje épico o héroe. Eran sujetos con sus defectos e intereses.

Es importante tener en cuenta que el robo no es un fenómeno exclusivo de México, sino un problema global que afecta a muchos países. Por ello resulta necesario entender sus orígenes, motivos e historias, así como tener una visión clara y objetiva de los hechos y personajes históricos que han estado involucrados en el acto de robar, puesto que representaba algo más que despojar a alguien de un objeto; para algunos ahí se hallaban sus ideales, era un modo de ser. Difícil de entender ahora.