Luego de una de las elecciones más convulsas de la historia Donald Trump regresa a la Casa Blanca tras ganar la elección presidencial de Estados Unidos. Después de años de división política, secuelas de la pandemia y desafíos económicos, una parte importante del electorado parece haber perdido la confianza en las instituciones tradicionales y se siente alienada por el establishment político.
El America First y una campaña con base en la identidad de lo que significa ser estadunidense desencadenaron un cambio sísmico en la Unión Americana.
No es ningún secreto que existe un sentimiento generalizado de descontento entre los votantes estadunidenses. Y Trump supo aprovechar ese descontento presentándose como un disruptor capaz de “drenar el pantano” de las ineficiencias en Washington.
Su regreso sugiere que los votantes creen que su enfoque poco convencional puede nuevamente sacudir sistemas estancados y acabar con una clase política incapaz de generar cambios profundos.
La economía también fue un tema dominante en esta elección y el enfoque nacionalista de Trump en materia financiera resonó entre los votantes. Muchos estadunidenses aún sienten el impacto de la inflación, el aumento del costo de vida y la inseguridad laboral en industrias afectadas por la competencia global. Las promesas de Trump de priorizar los empleos estadunidenses, renegociar acuerdos comerciales y mantener una postura firme en inmigración sin duda apelaron a la clase trabajadora en estados clave.
A su vez, la victoria de Trump refleja una tendencia global hacia gobiernos de derecha, impulsada por la preocupación por la seguridad y las guerras culturales.
El rechazo de Trump a la cultura Woke y las políticas progresistas vistas como excesivas por su base energizaron a una amplia coalición de votantes y grupos demográficos, incluidos algunos que normalmente votan por el Partido Demócrata.
Tierra fértil
Fueron precisamente estos votantes que se sentían desconectados respecto del ritmo de cambio cultural los que se sintieron atraídos por el discurso de los valores tradicionales y terminaron por darle el triunfo.
Pero el enfoque de Trump en la política de identidad fue estratégico al presentarse como el defensor de la “América real” frente a una élite desconectada. Esta división ha resonado a nivel global a medida que más países enfrentan polarización en temas similares y cambios demográficos que amenazan el sentido de pertenencia de los ciudadanos. De hecho, diversos estudios señalan que debido a la inmigración Estados Unidos está a punto de pasar de ser una sociedad de mayoría blanca a una sociedad de minoría blanca para 2045. Esta transición demográfica se ha convertido en tierra fértil para un movimiento nacionalista liderado por Trump.
Sin embargo, el regreso de Trump significa un cambio no solo al interior de Estados Unidos, sino para el mundo entero. Desde la guerra en Ucrania hasta la tensión en Oriente Medio, pasando por el futuro de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y el pulso con China, lo que ocurrió en las urnas resonará en cada rincón del planeta.
Lo que suceda en adelante sigue siendo incierto, pero algo es claro: el poder del populismo en la política moderna llegó para quedarse y al parecer al mundo le toca recalibrar el tablero.