SOBRE EL PRÓXIMO EMBAJADOR DE EU, RONALD DOUGLAS JOHNSON

“Propuesta congruente con la línea ideológica de Trump”.

Javier Oliva Posada
Columnas
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Embajador EU

No hay sorpresas, aunque persisten los sorprendidos. De nueva cuenta me refiero a una amplia lista de reacciones en la opinión pública de nuestro país a propósito de los pronósticos respecto de la relación entre el futuro gobierno de Estados Unidos y el de México.

Son varios los aspectos de contexto internacional que jugarán un papel determinante en el corto plazo; por ejemplo, la relampagueante caída de la dictadura de Bashar Al-Assad en Siria. O bien la continuidad de la invasión rusa a Ucrania, así como de otros conflictos regionales.

Con referencia a las líneas de política exterior que ha expuesto el presidente electo de EU, Donald Trump, los ejes para el continente americano se refieren a la migración forzada, el tráfico de drogas y la seguridad fronteriza. Aunque es una obviedad, debe tomarse en consideración para el análisis geopolítico que estamos ubicados en una gran isla, que es el único continente que corre del Polo Norte al Polo Sur, sin contacto físico alguno con el resto de los otros continentes. La visión, por tanto, en la tradición del pensamiento estratégico civil y militar estadunidense, tiene como prioridad justamente preservar la observancia de condiciones aceptables de estabilidad en América.

En ese amplio contexto la propuesta de Ronald Douglas Johnson como embajador estadunidense en México es acorde y congruente con la línea política e ideológica del presidente electo.

Perfil idóneo

Cabe destacar tres aspectos. El primero, que se trata de un nombramiento (aunque falta la aprobación del Senado de su país) que se da a conocer en la dinámica de lo que será el futuro gabinete, por lo que denota la relevancia y prioridad que Trump le confiere a la relación con México.

El segundo, que la trayectoria profesional del futuro embajador es de una línea muy diferente a la de Ken Salazar: Johnson es un conocedor de Latinoamérica y los principales problemas que agobian a la región en materia de la agenda en las dimensiones de la seguridad: terrorismo, subversión, migración y narcotráfico.

En tercer lugar, es previsible que en consonancia con los discursos y proclamas del entonces candidato presidencial del Partido Republicano las prioridades en la relación bilateral estén orientadas de forma general, en cuestiones de seguridad, por la plataforma que atrajo a los millones de votantes estadunidenses para que Trump ahora sí ganara las elecciones por el sufragio popular.

Sin duda, dicha plataforma estuvo anclada en un ferviente activismo antiinmigrante, aunado a la señalización de la agresión externa (desde ese punto de vista) de los narcotraficantes y bandas delictivas mexicanas. Para darle continuidad a dichos planteamientos el perfil del futuro embajador Johnson es idóneo.

Ya veremos cómo se establecen las relaciones con las áreas civiles en materia de seguridad e inteligencia del gobierno mexicano. Es indudable que tendrán, como se prevé, algunos momentos de tensión y desencuentros, a lo que debe sumarse el reinicio de las audiencias públicas del juicio a Ismael el Mayo Zambada García en la Corte Federal de Nueva York, así como las de Joaquín Guzmán López.

Así, los ejes naturales de la relación bilateral serán las secretarías de Relaciones Exteriores (SRE) y Seguridad y Protección Ciudadana (SSPC), así como la Fiscalía General de la República (FGR). Aunque sin duda las Fuerzas Armadas de nuestro país tienen un papel fundamental en cuanto a la seguridad pública, por su esencia y naturaleza profesional pasan por otro tamiz y dinámica.