EL PRECIO DE LA PAZ

“Ceder ante Putin sería más que perder una guerra”.

Lucy Bravo
Columnas
Share
Zelensky

La historia juzga con dureza a los líderes que en nombre de la paz claudican ante la fuerza bruta. Esta semana Donald Trump y su círculo cercano revelaron lo que parece ser su plan maestro para poner fin a la guerra en Ucrania: premiar al agresor, castigar al agredido y redibujar el mapa europeo con tinta rusa.

La propuesta estadunidense, que rechazó de manera tajante el presidente ucraniano, Volodímir Zelensky, ofrece a Moscú todo lo que ha ganado por la vía militar —y algo más— a cambio de vagas promesas de seguridad para Kiev.

No solo exige congelar las líneas territoriales en favor de Rusia, sino que también plantea el reconocimiento de Crimea como parte del territorio ruso, la renuncia definitiva de Ucrania a ingresar a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y, en los hechos, la aceptación del principio de que quien tiene el poder tiene la razón.

Para Trump la paz es un negocio y Zelensky un obstáculo. El expresidente se ha referido a él como “incendiario” y “difícil”, culpándolo de prolongar el “campo de la muerte”. Lo que no dice es que su visión de la paz no es otra cosa que una rendición disfrazada, un nuevo pacto de Múnich en pleno siglo XXI.

El vicepresidente J. D. Vance ha sido aún más claro: si Ucrania y Rusia no aceptan los términos estadunidenses, Washington simplemente se retirará del proceso. Es decir, se lavará las manos. Estados Unidos, bajo esta lógica, deja de ser garante del orden internacional y se convierte en facilitador de su desmantelamiento.

Principios

No es casualidad que los aliados europeos hayan reaccionado con preocupación ante el cambio de rumbo en Washington. Francia, Alemania y el Reino Unido habían intensificado su apoyo a Ucrania, conscientes de que ceder ante Vladimir Putin significaría mucho más que perder una guerra: sería perder los principios que han sostenido la paz en Europa desde la Segunda Guerra Mundial.

La administración Trump, sin embargo, parece estar más interesada en reconstruir puentes con Moscú que en defender a Kiev. Se habla ya del posible levantamiento de sanciones, de acuerdos energéticos y de una nueva etapa de cooperación económica con Rusia. La guerra, entonces, no es solo una tragedia que hay que terminar, sino una oportunidad que algunos buscan capitalizar.

No hay duda de que la paz es urgente. Pero hay formas de alcanzarla. Una paz impuesta, injusta y desequilibrada no traerá estabilidad, sino una pausa antes del próximo conflicto. Si Ucrania es forzada a ceder 20% de su territorio, si Crimea es legalmente arrebatada, si la OTAN cierra sus puertas por presión rusa, el mensaje al mundo será claro: las fronteras se pueden mover con tanques y los derechos soberanos pueden ser negociables.

Zelensky no está siendo “difícil”. Está haciendo lo que cualquier líder digno haría: defender su país, su Constitución y su derecho a existir libremente. El verdadero problema no es él. El problema es que para Trump la justicia es un inconveniente. Y la paz, un trato.