Si bien es cierto que el peso registró una depreciación en los primeros días de la administración de Donald Trump, lo evidente es que no se produjo la debacle que anticipaban los agoreros del desastre.
En ello influyeron dos aspectos básicos. Primero, que las deportaciones masivas, si bien no se han cancelado, lo cierto es que no se han producido a gran escala, lo que implica que el efecto en el envío de remesas será más relajado y aún incierto.
Segundo, es necesario destacar que posponer hasta los primeros días de febrero la decisión de imponer aranceles tanto a México como a Canadá, por parte del presidente Trump, se tradujo en una válvula de escape, con lo que los exportadores se sintieron aliviados al menos por un tiempo.
Se suma a esta apreciación el señalamiento de Trump, al participar vía remota desde Washington en el Foro Económico Mundial de Davos, Suiza, en el sentido de que la relación con México va muy bien.
“Con México estamos lidiando creo que muy bien y solo queremos ser tratados de forma justa con otras naciones (...) Tenemos una relación muy buena con México. La situación ha mejorado en los últimos años. Lo más importante es asegurar la justicia entre ambos países”, dijo.
Lo evidente es que al momento no hay nada definido en lo que hace a la imposición de aranceles, al tiempo que en materia de migración comenzó a quedar claro que no todos los deportados tendrán como destino territorio mexicano, lo que se evidenció con el envío de dos aeronaves estadunidenses a Colombia, en lo que fue un episodio desafortunado: el presidente Gustavo Petro no permitió el aterrizaje de las aeronaves estadunidenses y en contraparte Trump determinó la imposición de aranceles. En medio, el secretario de Estado norteamericano, Marco Rubio, comentó que inicialmente Petro habría aceptado el aterrizaje de las aeronaves, pero desistió cuando estaban en pleno vuelo.
Estilo
Este episodio, al igual que la decisión de Trump de retirar a su país de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y del Acuerdo de París, permiten considerar en su justa dimensión el hecho de que la actitud asumida hacia México no es exclusiva, ni focalizada.
En el fondo, a lo largo de su campaña como candidato Trump anunció una serie de acciones cuestionables, pero apoyadas por sus seguidores, y ahora trata de cumplir con ellas. Es claro que su estilo de gobernar, tomar decisiones y negociar está alejado del plano diplomático y la suavidad, como quedó documentado durante su periodo como presidente 45 de Estados Unidos.
Sin duda, en las semanas y meses por venir, al menos hasta que se renegocie el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (TMEC) y se concreten acuerdos en rubros vitales como la migración, el combate al trasiego de drogas que llevan a Estados Unidos y el control del comercio de mercancía china, la situación será tensa.
De hecho, la realidad es que a lo largo de la gestión de Trump como presidente 47 de Estados Unidos la paridad peso-dólar será fluctuante, pero de ahí a que se produzca una crisis severa hay una enorme distancia.
No hay que perder de vista que la inestabilidad económica regional tendría un impacto negativo tanto para México como para Estados Unidos y Canadá, guardadas las debidas proporciones, ya que como se señaló en el pasado, cuando a Estados Unidos le da resfriado, México padece pulmonía, pero ambas son enfermedades.
Y se quiera reconocer o no, las finanzas estadunidenses están lejos de atravesar por su mejor momento.