EL MUNDO EN UNA URNA

“El tono se ha vuelto aún más divisivo”.

Lucy Bravo
Columnas
Kamala Harris

A un mes de las elecciones presidenciales de 2024 en Estados Unidos la contienda se ha convertido en un campo de batalla que no solo definirá el curso del país a nivel interno sino también su papel en el escenario global.

Lo que está en juego en esta recta final no puede subestimarse. Los candidatos, con visiones completamente opuestas, cierran sus campañas con discursos que delinean un país enfrentado ante dilemas cruciales: desde la política exterior hasta los derechos civiles, la economía y la identidad misma de la nación.

En materia de política exterior la elección toma lugar en un momento en que EU enfrenta una multiplicidad de crisis globales: el conflicto en Ucrania, la creciente influencia de China, las tensiones en Oriente Medio y el cambio climático.

Joe Biden, en su primer mandato, buscó restaurar la influencia internacional del país forjando alianzas con la OTAN, apoyando a Ucrania frente a la invasión rusa y presionando por un frente unido contra China.

Sin embargo, muchos expertos señalan que su enfoque, si bien pragmático, deja a varios aliados inseguros.

De hecho, los frentes abiertos por Biden son un arma de doble filo, ya que si bien fortalecen la imagen de EU como garante del orden internacional también exponen las limitaciones del poder estadunidense, particularmente en lo que respecta a contener el avance de China.

Por otro lado, Donald Trump y su compañero de fórmula, J.D. Vance, articulan un mensaje de “América Primero” que resuena con una base electoral que percibe la política exterior de Biden como un gasto innecesario de recursos en conflictos ajenos.

La posición de Trump apela al aislacionismo, favoreciendo una retirada de compromisos multilaterales y una política de “paz a través de la fuerza”. No obstante, esta estrategia, aunque popular entre ciertos votantes, podría desestabilizar aún más el orden global, generando incertidumbre entre los aliados tradicionales de EU.

Impacto

Con los candidatos en sus últimos eventos de campaña el tono se ha vuelto aún más divisivo. Kamala Harris, quien encabeza la boleta demócrata tras la decisión de Biden de no presentarse a la reelección, enfoca sus últimos mensajes en temas domésticos como la justicia social, la reforma policial y los derechos reproductivos. Sin embargo, el manejo de la política exterior sigue siendo uno de los mayores puntos débiles en su estrategia. Hasta el día de hoy no logra ofrecer una visión clara sobre cómo abordará los desafíos internacionales a largo plazo.

En contraste, Trump cierra su campaña apelando a una narrativa populista, presentándose como el único capaz de “detener las guerras sin fin” y frenar la intervención extranjera. J.D. Vance refuerza este mensaje afirmando que las élites de Washington están más interesadas en ganar guerras en el extranjero que en solucionar problemas internos como la crisis de los opioides o la inmigración descontrolada.

Los sondeos más recientes muestran que este discurso gana fuerza entre los votantes indecisos en estados clave como Ohio y Pensilvania, donde los efectos económicos de la globalización dejaron cicatrices profundas.

El electorado parece estar dividido entre aquellos que ven a EU como una nación global, con responsabilidades hacia sus aliados y el mundo, y aquellos que priorizan una política de repliegue y atención a los problemas domésticos.

De cualquier forma, el impacto de lo que ocurra en las urnas no se limitará a las fronteras estadunidenses: el resultado tendrá repercusiones en las alianzas e instituciones que, hasta ahora creíamos, definen el orden mundial.