Si cada uno de los mexicanos hiciera lo que le corresponde,
la patria estaría salvada.
Belisario Domínguez
El famoso Monumento a la Revolución es un mausoleo del arquitecto Carlos Obregón Santacilia, aunque utilizó la estructura del malogrado Palacio Legislativo del arquitecto Émile Bénard.
Lo terminaron en 1938 y su historia es algo muy parecido a lo que ocurrió con el Palacio de Bellas Artes.
En 1897, siendo presidente el general Porfirio Díaz, se hizo una convocatoria para realizar el Palacio Legislativo, que además tendría las cámaras de Diputados y Senadores y algunas dependencias del gobierno.
No hubo ganador y el concurso se vio envuelto en abundantes escándalos, pues se decía que era a modo.
Entonces, el presidente Díaz designó por su mano divina al arquitecto Émile Bénard. El problema es que este no vio terminada la obra porque don Porfirio huyó a Veracruz después de que le dieron un pequeño golpe de Estado y viajó a París en el buque Ipiranga. El complejo iba a ser más grande que el Capitolio de Washington DC.
El 23 de septiembre de 1910 Díaz puso la primera piedra como parte de los festejos del centenario de la Independencia de México. Como el terreno era muy irregular y estaba lleno de agua y lodo, se hizo la cimentación de la estructura metálica sobre una cama de 17 mil pilotes de acero.
Cuando comenzó la revolución, evidentemente, la obra fue suspendida. El arquitecto Bénard regresó a México en 1922 y pidió al presidente electo, Álvaro Obregón, utilizar lo realizado para erigir un monumento a los héroes de la revolución.
Obregón aceptó, pero en 1928 el caudillo fue muerto por León Toral en el restaurante La Bombilla (en el cuerpo de Obregón encontraron 15 agujeros de bala y León solo pudo disparar una vez). El arquitecto Bénard murió un año después.
La estructura se empezó a deteriorar y, además, la comenzaron a desmantelar para usar el acero en las vías de los ferrocarriles.
En 1933 fue cuando Carlos Obregón, al pasear por ahí, se dio cuenta de que la estructura central no estaba dañada. Buscó al ingeniero Alberto J. Pani para ver si podían usarla para conmemorar la concluida Revolución Mexicana. Fueron cinco años de trabajos, entre los que destacaron cubrir el techo con láminas de cobre. Hasta arriba de la cúpula había un águila que fue removida y puesta en lo que ahora es el monumento a la raza.
La corriente estética de esa época, el art déco, se vio reflejada en las líneas rectas y muy sobrias. Se dice que la remodelación del monumento costó aproximadamente 360 millones de pesos. Se reinauguró como parte de los festejos por el centenario de la Revolución el 20 de noviembre de 2010. En el centro del edificio fue puesto un elevador transparente para llegar al mirador.
Se emitió un decreto para que el recinto tuviera como función alojar los restos de héroes de la Revolución. Ahí están enterrados Venustiano Carranza, desde 1942; Francisco I. Madero, quien fue removido del Panteón Francés en 1960; Plutarco Elías Calles, traído nueve años más tarde del Panteón Civil de Dolores; Lázaro Cárdenas, desde su fallecimiento en 1970; y Pancho Villa, que fue traído de Parral, Chihuahua, en 1976. Por el momento ya no se planea hacer otra tumba.
Sorpresa
En el mero centro del Monumento a la Revolución encontraron un cuerpo podrido junto al elevador. Estaba en franca descomposición. El forense llamó a Tris porque el cuerpo ahí encontrado tenía aproximadamente 100 años.
Tenía muchos agujeros de bala en todo el cuerpo, era como si hubiera estado metido en una cámara criogénica, le comentó el forense a Tris. Este le pidió que hiciera una prueba de ADN.
El resultado fue sorprendente: había 99.99% de coincidencia con el ADN sacado a Pancho Villa en 1976.
La pregunta era: ¿quién estaba enterrado en lugar de mi general Villa?