Un mes; solo 31 días. Ese es el tiempo que ha necesitado Donald Trump para desmantelar el sistema global que Estados Unidos construyó durante ocho décadas. Porque si algo ha quedado claro en su segundo mandato es que no vino a gobernar: vino a incendiarlo todo.
El escenario internacional parece sacado de una distopía. Washington ya no es el arquitecto del orden global sino su principal destructor. Trump ha decidido que EU no tiene aliados: solo obstáculos. Y ebrio de poder ha tomado un mazo y ha comenzado a golpear sin piedad las bases de la política exterior estadunidense.
Su primer gesto: traicionar a Ucrania y alinearse con Vladimir Putin. En un giro que ni el Kremlin se hubiera atrevido a soñar, Trump ha adoptado las líneas discursivas de Moscú, presionando para derrocar a Volodímir Zelenski y abandonando el apoyo que EU ha brindado a Kiev desde que inició la invasión rusa a gran escala en 2022.
Lo que estamos viendo no es solo el resultado de la obsesión de Trump con desmantelar el legado estadunidense en el mundo: también es reflejo de un cambio geopolítico profundo. EU sigue siendo la potencia más fuerte del planeta, pero ya no puede imponer sus reglas a países como China. Y, peor aún, ahora tiene un presidente que ni siquiera cree en las reglas.
Trump no se conforma con romper la estructura de seguridad global sino que también podría desestabilizar a las democracias que alguna vez fueron aliadas. Su administración está fomentando el ascenso de la ultraderecha en Europa, promoviendo movimientos nacionalistas y antidemocráticos. Trump ya no quiere tratar con los líderes europeos actuales, prefiere a quienes están dispuestos a unirse a su movimiento de Make Europe Great Again (MEGA).
Caos geopolítico
Frente a este terremoto geopolítico Europa tiene dos opciones: resistir o someterse. Líderes como Emmanuel Macron han advertido durante años que EU ya no es un socio confiable. Ahora esa advertencia suena más como una sentencia. Europa deberá tomar el control de su seguridad, aumentar su gasto militar, redefinir su papel en el mundo y hacerle frente a la amenaza rusa. Pero esto no será fácil. Sus gobiernos ya enfrentan crisis económicas y la presión de sus ciudadanos para mantener los Estados de bienestar.
En medio del caos geopolítico desatado por la administración Trump, Ucrania ha buscado desesperadamente mantener el interés de EU en su lucha contra la agresión rusa. Esta semana, Zelenski anunció un acuerdo preliminar que otorga a Washington acceso a los valiosos recursos minerales de Ucrania, incluyendo tierras raras, petróleo y gas. A cambio, EU recibirá 50% de los ingresos generados por la extracción de estos recursos, gestionados conjuntamente a través de un fondo de inversión para la reconstrucción de Ucrania. Sin embargo, este pacto no incluye las tan ansiadas garantías de seguridad que Kiev ha solicitado insistentemente.
En apenas 31 días Trump ya ha cambiado el mundo. Y si algo ha quedado claro es que su segundo mandato no es una simple continuación del primero. Es una guerra abierta contra el orden internacional. Un asalto a la democracia occidental desde dentro. Los europeos lo saben. Los diplomáticos en Washington lo saben. Pero la pregunta es: ¿lo sabrán los estadunidenses?