Estados Unidos está en ebullición, de eso no hay duda, o al menos así lo sugieren los discursos que aparecen en todos los medios de comunicación. La era del tiempo sin precedentes en que vivimos, término acuñado por el historiador Zoltán Simon, permite un acercamiento al reciente atentado contra Donald Trump a partir de entender cómo la sociedad lo sitúa dentro de una sensibilidad histórica donde el acontecimiento, según esta percepción, aparece como una discontinuidad.
Se trata de una transformación radical que no tiene antecedentes en la experiencia histórica previa.
Simon establece en su obra History in Times of Unprecedented Change: A Theory of the 21st Century (2019) que vivimos en una era caracterizada por una nueva sensibilidad del tiempo histórico, donde los acontecimientos son percibidos como discontinuidades radicales, transformaciones sin antecedentes en nuestra experiencia (o experiencialidad) histórica previa.
Esta perspectiva puede ofrecer un interesante enfoque para examinar el reciente atentado contra Trump dentro del panorama de la política estadunidense y su impacto en la sociedad. En este sentido, el fallido intento de asesinato se ha convertido, gracias a los medios de comunicación, en un evento singular. No obstante, más allá de dicho suceso, tal vez lo correcto sería situarlo en lo que muchos analistas e incluso el público en general han pensado sobre las actuales elecciones presidenciales: que no tienen precedentes.
Varios elementos han sido tomados en cuenta para llegar a esta conclusión; sin embargo, parece ser una de las tantas percepciones comunes de la sociedad estadunidense. No tendría caso validar o no tales maneras de concebir lo que está ocurriendo, pues corren paralelas unas a otras.
Sentido
Por ello, no resulta raro que algunos le otorguen un enorme peso al acontecimiento en tanto que es el único, radical y posible punto de disrupción en la historia política estadunidense. Otros utilizan la interpretación histórica para colocar el hecho dentro de una lista de intentos de asesinatos a candidatos presidenciales, ya sea para contrarrestar su carácter excepcional o, por el contrario, darle legitimidad, a partir del pasado, a Trump. Estos últimos lo sitúan en una genealogía de líderes “excepcionales” que sufrieron atentados, como fue el caso de Teddy Roosevelt.
Es interesante notar cómo diferentes grupos intentan enmarcar el evento de acuerdo con sus propias narrativas. Tales interpretaciones, aparentemente contradictorias, coexisten en el discurso público, ilustrando la naturaleza contestada de la sensibilidad histórica que se tiene.
Los medios de comunicación juegan un papel crucial en la construcción de este evento como singular y sin precedentes. Aunque la historia de Estados Unidos no es ajena a los atentados contra figuras políticas, la cobertura mediática intensiva y en tiempo real amplifica la sensación de ruptura y novedad. El atentado en sí mismo no tiene ningún valor intrínseco, se encuentra carente de sentido y significado; sin embargo, es en una posterioridad casi inmediata donde todos aquellos discursos e interpretaciones le dotan de dicho sentido.
¿Tiene alguna implicación para la política estadunidense? Situar el atentado contra Trump en la sensibilidad histórica del tiempo sin precedentes es un acto que la misma sociedad parece estar confiriendo gracias a los avances tecnológicos (en este caso, los medios de comunicación). Ahora seguirá la observación de cómo se va configurando tal evento dentro de nuestras sensibilidades históricas: ¿un acto abrupto y sin antecedentes o un intento más de asesinato presidencial en la historia de Estados Unidos?