EL CONDE DE MONTECRISTO

Francisca Yolin
Columnas
EL CONDE DE MONTECRISTO

Entre las muchas virtudes del cine francés destaca el respeto con que tratan a sus clásicos literarios. La nueva adaptación de El Conde de Montecristo no es la excepción. En manos de Matthieu Delaporte y Alexandre de La Patellière, quienes también adaptaron Los tres mosqueteros recientemente, la célebre novela de Alejandro Dumas cobra nueva vida en una superproducción que a lo largo de tres horas que no cansan logra mantener al espectador atrapado de principio a fin.

La trama es conocida: Edmundo Dantés (que interpreta Pierre Niney), un joven marino con un futuro prometedor, es traicionado el día de su boda. Acusado falsamente de ser agente de Napoleón, es encarcelado en la isla de If, donde conoce al Abate Faria (Pierfrancesco Favino), quien le ayuda a escapar y le revela la ubicación de un tesoro.

Luego de 14 años de prisión Dantés regresa convertido en el Conde de Montecristo, decidido a vengarse de aquellos que lo traicionaron.

Esta adaptación se centra en las motivaciones de los personajes y en cómo las emociones desencadenan sus acciones, logrando una narración ágil y emocionante.

Uno de los mayores logros de Delaporte y De La Patellière es la forma en que condensan una novela de más de mil páginas en un filme de tres horas que nunca se siente largo. Las escenas de acción, las secuencias carcelarias y los duelos están filmados de manera efectiva, sin caer en lo meramente espectacular. Además, la película ofrece un equilibrio perfecto entre las secuencias más dinámicas y los momentos de intimidad emocional, todo acompañado por la partitura de Jérome Rebotier, que sabe cuándo ser épica y cuándo ser sutil.

La relación entre Edmundo y Mercedes (Anaïs Demoustier) es particularmente conmovedora y su química en pantalla es palpable.

Envolvente

La interpretación de Pierre Niney es sobresaliente. Logra capturar la transformación de Edmundo desde su inocencia inicial hasta su amargura y deseo de venganza como el Conde de Montecristo. Su actuación es matizada, equilibrada entre la contención y la explosión emocional, y destaca en las escenas más dramáticas.

El elenco de reparto también es de primera: Patrick Mille como Danglars, Bastien Bouillon como Fernando y Laurent Lafitte como Villefort, todos aportan profundidad a sus personajes y juntos crean una red de traiciones que resulta tan fascinante como dolorosa.

En conclusión, El Conde de Montecristo es una adaptación magnífica, que logra capturar la esencia de la novela de Dumas sin perderse en detalles innecesarios. Cada aspecto de la producción brilla: desde la dirección artística hasta el vestuario, pasando por la banda sonora y las actuaciones. Es un filme que respeta su material de origen, pero que al mismo tiempo lo adapta para una audiencia moderna, ofreciendo una experiencia cinematográfica envolvente y emotiva.