EL CAMINO DE VARGAS LLOSA

Sergio Sarmiento
Columnas
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Mario Vargas Llosa

Como tantos otros jóvenes de todos los tiempos el peruano Mario Vargas Llosa, nacido el 28 de marzo de 1936 en Arequipa, sufría por la pobreza y las injusticias sociales que veía a su alrededor. Por eso decidió asistir a la Universidad de San Marcos, una escuela pública, y no a la Católica, “una universidad de niñitos bien, de blanquitos y de reaccionarios”.

Se unió a una célula del Partido Comunista, proscrito en aquel entonces en Perú, aunque solo permaneció en él un año y medio. Se entusiasmó con la revolución cubana, hasta que los abusos de Fidel Castro lo convencieron de que se trataba de una simple tiranía.

Su “desencanto con el marxismo y el socialismo” lo llevó a cuestionar las fórmulas populistas. En su libro autobiográfico El pez en el agua cuenta que una vez pidió a dos economistas amigos que “calcularan cuánto tocaría a cada peruano en caso de que un gobierno igualitarista redistribuyera la riqueza existente en el país”. El resultado fue de “aproximadamente 50 dólares por habitante. En otras palabras, el Perú seguiría siendo el país pobre y de pobres que era, con el agravante de que, luego de semejante medida, ya nunca dejaría de serlo. Para salir de la pobreza las políticas redistributivas no sirven”, escribió.

Por eso empezó a defender las políticas liberales, las que respetan la libertad económica y la iniciativa personal, que sí podían rescatar a un país como Perú de la pobreza. Nunca dejó de cuestionar las injusticias sociales, pero entendió que los principales enemigos de los pobres no son los empresarios, sino los políticos que dicen ayudar a los necesitados a cambio de su voto o apoyo.

Las posiciones liberales de Vargas Llosa se vieron reflejadas en sus novelas. Los empresarios no eran ya los grandes villanos, sino protagonistas valientes, como en El héroe discreto, de 2013. Los políticos mostraban en cambio toda su capacidad destructiva. El peor caso fue el de Rafael Leónidas Trujillo, el despiadado dictador que dominó la vida política de la República Dominicana desde 1930 hasta su asesinato en 1960, a quien Vargas Llosa describe en La fiesta del chivo.

Espíritu abierto

Vargas Llosa era fundamentalmente un escritor y no un político. En las últimas décadas de su vida participó activamente en el debate global de ideas, tanto con sus conferencias y presentaciones personales como a través de su Fundación Internacional para la Libertad, pero su pasión siempre fue la literatura. Por eso no dejó de escribir novelas hasta casi el último momento.

Su trayectoria intelectual demuestra que una persona de espíritu abierto puede transitar del enamoramiento con las doctrinas socialistas, marxistas o populistas, que pretenden arreglar la pobreza y la injusticia social con dádivas y restringiendo derechos económicos, a un compromiso con los principios de libertad individual que han generado las sociedades más prósperas del planeta.

Vargas Llosa logró esa transición. Decidió defender “sin complejos” el sistema de “mercado”, “el capitalismo como más eficiente y justo que el socialismo y como el único sistema capaz de preservar las libertades”. Sostuvo que “la empresa privada” es “el motor del desarrollo” y revindicó “una cultura del éxito” en lugar de una del “resentimiento y la dádiva social que propugnaban —con retórica distinta— marxistas y conservadores”.

Defender el sistema de libre empresa no gana votos en las elecciones, como lo aprendió Vargas Llosa en su fallida campaña por la presidencia de Perú en 1990. Pero sí construye economías prósperas y acaba con la pobreza.