Si ustedes son fieles seguidores de El Árbol de Moras sabrán que en una columna anterior (Vértigo 1243: El cuarto creciente: 25 años del siglo XXI) les hablé de la importancia que tienen los primeros 25 años de cada siglo y cómo los eventos que ocurren en ese periodo de tiempo (por lo menos desde el siglo XIX) han marcado la pauta durante las décadas subsecuentes.
Cuando tocó el momento de hablar del siglo XXI les comenté cómo los cismas en el escenario geopolítico (la entrada de China a la OMC y los ataques terroristas del 11 de septiembre) tuvieron consecuencias que trastocaron a todo el mundo y que seguro serán los que definirán los siguientes 75 años de historia. Mismo caso con las dos tecnologías que han transformado a la humanidad durante las pasadas dos décadas y media: los algoritmos de las redes sociales y la Inteligencia Artificial (IA).
Pero por falta de espacio tuve que omitir otra tendencia que me parece también de suma importancia: la transformación política e ideológica de Oriente Medio. Más allá de la invasión de Estados Unidos a Irak que logró destronar a una de las autocracias más sangrientas, la región entera ha visto una serie de cambios en los últimos 25 años que de continuar podrían dejarla irreconocible en las próximas décadas.
Estos cambios podrían resumirse en un abandono de las ideas panárabes y antiisraelíes que dominaron prácticamente la segunda mitad del siglo pasado y que mantenían a la región fuera de la globalización y en oposición hacia Estados Unidos. En cambio, hoy vemos a naciones como Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos, Baréin y Qatar enfocadas en su ultramodernización económica (más no todavía política) y colocándose muchas veces en la vanguardia tecnológica.
De igual manera, se ha visto una búsqueda para normalizar relaciones con Israel (que inició con los Acuerdos de Abraham promovidos por Donald Trump en 2020), que podría dar carpetazo a uno de los episodios más turbulentos de las últimas décadas.
Contrapeso
En toda esta evolución regional sobresale de manera negativa la mal llamada “República” islámica de Irán. Un país que no solo se ha mantenido al margen de estos cambios, sino que además ha buscado cualquier oportunidad para arruinar cualquier progreso regional. Más allá de seguir promoviendo una ideología islamista anacrónica y fanática, desde su creación en 1979 se ha dedicado a ser un agente del caos, patrocinando a grupos terroristas y milicias más allá de sus fronteras y causando toda clase de inestabilidad internacional.
Es por esto que los eventos ocurridos el año pasado podrían ser los que definan el futuro inmediato de Oriente Medio. No solo Israel logró desmantelar a dos de los aliados más importantes de Irán (Hamás en la Franja de Gaza y Hezbolá en Líbano), sino que concluimos 2024 con la caída de otra dictadura afiliada al “Eje de Resistencia” de los ayatolás iraníes. Todo esto —aunque en particular el impresionante colapso del régimen de Bashar Al-Assad en Siria— ha dejado prácticamente sin aliados regionales a la teocracia de Irán, aislada políticamente y bajo asedio económico por parte de Estados Unidos y el resto de Occidente.
Ante esto, el regreso de Trump a la Casa Blanca representa la oportunidad perfecta para poner el último clavo al ataúd de la dictadura islámica. Pero es fundamental que se aproveche el momento histórico que se presenta: apoyar la supervivencia del nuevo gobierno en Damasco para que funcione como contrapeso regional, que se acelere la normalización de relaciones con Israel con sus vecinos y que se siga presionando políticamente y económicamente al régimen en Teherán.
Hoy Siria enfrenta inmensos retos y es posible que vuelva a desintegrarse en una guerra civil entre las diversas facciones militantes. Pero garantizar su éxito es la pieza clave para derrotar de una vez por todas a una de las teocracias más anacrónicas, oscurantistas y desestabilizadoras del mundo.
La historia nos ha demostrado que hacer predicciones sobre Oriente Medio es un deporte de altísimo riesgo. Pero la oportunidad para ver a una región transformada es única y podría crear un Oriente Medio prácticamente irreconocible de cómo inició el siglo XXI. ¡O claro, Irán podría conseguir armas nucleares y entonces ya valió madres todo!