Mientras Donald Trump se prepara para volver a la Casa Blanca su posición respecto de la guerra en Ucrania genera un intenso debate. Algunos sostienen que su posible apoyo a concesiones territoriales a Rusia no solo traicionaría a Ucrania, sino que podría envalentonar las ambiciones imperialistas de Vladimir Putin. Sin embargo, los defensores de Trump sostienen que un acuerdo podría detener el devastador costo humano de una guerra agotadora sin un vencedor claro.
No es ningún secreto que orillar a Ucrania a la mesa de negociación bajo condiciones desfavorables sería como recompensar la agresión de Rusia. Los aliados de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) temen que una medida de ese tipo pueda desestabilizar la seguridad europea, fracturando aún más la confianza en los compromisos de Estados Unidos.
Además, los escépticos sostienen que ceder a las demandas rusas abre el riesgo de reforzar un eje emergente de autocracias que involucra a Rusia, China, Irán y Corea del Norte.
En cambio, los defensores ven el pragmatismo de Trump como una ruptura con el statu quo. Después de años de participación estadunidense el ejército de Ucrania enfrenta una disminución de recursos y una población agotada. Mientras tanto, las crecientes alianzas de Rusia, incluido el posible despliegue de tropas norcoreanas, son una señal de que hay más en juego. La controvertida disposición de Trump a reconocer las realidades geopolíticas (por desagradables que sean) podría llevar a una reducción de las hostilidades.
Históricamente la política estadunidense hacia Ucrania ha oscilado entre promesas de inclusión en la OTAN y una ayuda militar limitada, dejando al país vulnerable, por lo que el enfoque audaz del republicano podría acelerar una resolución, obligando a todas las partes a enfrentar duras verdades.
Pragmatismo
A estas alturas no debería sorprendernos la posibilidad de un Trump negociando un alto al fuego directamente con Putin y su contraparte ucraniano, Volodímir Zelensky, haciendo hincapié en los beneficios económicos mutuos y restando importancia a los enfrentamientos ideológicos. Sin embargo, esta estrategia corre el riesgo de alienar a los aliados y socavar la credibilidad de Estados Unidos.
La diplomacia poco convencional de Trump ya ha sorprendido al mundo en más de una ocasión. Su estilo de negociación y su voluntad de desafiar las normas establecidas podrían dar resultados al priorizar el pragmatismo ante todo. En este argumento está implícita la opinión de muchos sectores, incluido el de los halcones de la política exterior de Trump, de que Rusia tiene la capacidad de sostener la guerra durante muchos años más. Y la resistencia de la economía rusa a pesar de las sanciones occidentales parecen darles la razón.
Rusia sigue exportando enormes cantidades de petróleo, gas y otros productos básicos, fruto de la evasión de sanciones y de lagunas legales diseñadas deliberadamente por los responsables de las políticas occidentales para mantener los recursos rusos en los mercados mundiales. Esto sumado a una gestión macroeconómica inteligente del banco central ruso ha permitido al Kremlin mantener un sistema financiero relativamente sano, por lo que Ucrania y sus aliados no deberían apostar a que el esfuerzo bélico de Moscú se detenga pronto.
La pregunta sigue siendo: ¿podrá Trump realmente aprovechar su diplomacia descarada para negociar la paz o sus políticas profundizarán las complejidades del conflicto?
Dado su estilo de gobernar, seguramente el mundo pronto lo sabrá.