Cuando una nación se decide a prosperar no escatima en medios, facilidades y financiamiento para fortalecer el talento y capacidades humanas mediante la educación. Así, una educación apta y a la altura de las exigencias de un mundo globalizado trasciende las fronteras; se sale de una pequeña caja que es la delimitación territorial de un solo país y busca las mejores experiencias que en el mundo han procurado desarrollo y prosperidad mediante el actuar de un capital humano preparado y actualizado en tecnologías, tendencias, ciencia y modernidad en amplio sentido.
Sin embargo, acotar las posibilidades que permiten la forja de mejores profesionistas es ir a contrapelo del interés nacional por consolidar los cimientos de un país competitivo y apostado a la vanguardia.
Para dimensionar el tamaño de esta apuesta por parte de otros países veamos que en 2019 China becó a 700 mil estudiantes en un esquema de total apoyo para estudios en el extranjero. En año de pandemia redujo por ese motivo el número a 350 mil, pero actualmente y para el pasado 2022 el número de estudiantes chinos becados en esquema completo rebasa el millón 250 mil estudiantes en el mundo. De ese número, poco más de 60% estudia en las cinco mejores universidades de alta excelencia en Estados Unidos y, por igual, de ese gran cúmulo 15% son becas correspondientes al grado doctoral; es decir, cerca de 180 mil.
Pero México ha decidido transitar en sentido contrario. Para el gobierno no se vislumbra beneficio ni interés para dedicarle un tramo del presupuesto a esta rentable actividad. De hecho, en los últimos años la reducción de apoyos mediante becas para estudios superiores ha sido consistente y exponencial. Para contar con un referente nombremos al año 2015, cuando el Conahcyt liberó mil 112 becas en el extranjero para doctorados, pero para 2019 ya había reducido dicho número en 75% y así se siguió en la senda de la reducción para llegar al anuncio que hace pocos días se diera a conocer: en 2023 solo se otorgarán 49 becas.
Fobias
La OCDE ha establecido que el gasto promedio entre los países miembros es de 10.65 dólares por alumno; en tal gasto se incluye solamente lo referente al gasto nacional en niveles básico y medio. Así, México se encuentra en los últimos lugares de este gasto y en el rubro de gasto por becas al igual está en el sótano, si no es que, ahora con este nuevo ajuste, esté ya en los últimos tres lugares.
Sin duda, la apuesta del país por esta reducción nos aleja de enormes posibilidades para vincularnos al desarrollo, el cual para efectos educativos encuentra vanguardia en el universo occidental. Naciones como Estados Unidos, Japón, Canadá, Alemania y muchas otras han fortalecido sus sistemas de educación superior con capacidades de dar la bienvenida a los estudiantes extranjeros para diseminar globalmente el conocimiento de actualidad. No es el caso para países como Cuba, Nicaragua, Guatemala o Venezuela, que además de estar sumidos en profundas crisis han acotado la educación a dogmas políticos y creencias limitantes sobre una población a la que les conviene mantener en la ignorancia y en el fanatismo.
El desinterés por igual se refleja en el presupuesto 2023, que destinará 1.1 billones para educación incluyendo las becas. Sin embargo, más de 90% se destina a gasto corriente y prebendas sindicales. El Conahcyt recibirá 13 mil millones, de los cuales solo invertirá menos de 5% en cumplir su labor de fondo: impulsar el desarrollo científico y tecnológico.
El poder del conocimiento es enorme. Es la herramienta por excelencia para abatir el rezago social; contar con la preparación suficiente aporta a un país elementos para combatir un sinfín de males con el apoyo de la ciencia y la tecnología. Perdernos en fobias que rechazan sin razón la preparación es apretar el nudo de la soga que rodea nuestro propio cuello; México no se merece el ostracismo ni la oscuridad que condena a la medianía, a la mediocridad y al atraso. Se invierte en los casilleros donde los rendimientos futuros florecen; la educación sin duda es una apuesta segura.