EDGAR ALLAN POE

Sergio Pérezgrovas
Columnas
EDGAR ALLAN POE

En lo profundo de la tierra, mi amor miente y debo llorar solo.

Edgar Allan Poe

Edgar Allan Poe, el famoso escritor de relatos cortos y quien ahora goza de una gran popularidad, no fue tan exitoso mientras vivió.

Fue un renovador de la novela gótica y quería vivir de lo que escribía. Fue un poeta, escritor, crítico y periodista romántico que hoy por hoy es reconocido como uno de los grandes maestros de los cuentos de terror, además de ser considerado como el creador del relato detectivesco, de contribuir significativamente con obras de ciencia ficción.

Nació en Boston, Estados Unidos, el 19 de enero de 1809 y murió a los 40 años en Baltimore. Sus padres murieron cuando era niño y fue adoptado por un matrimonio adinerado de Richmond, Virginia, aunque nunca fue reconocido legalmente.

El apellido de ellos era Allan, por lo que el escritor por amor a su madrastra lo incluyó en su nombre. Su primer libro se publicó en 1927. Era de poemas, Temerlane and Other Poems, y tuvo una mediana aceptación. Posteriormente se peleó con su padrastro y rompió toda relación, por lo que acabó desheredándolo.

Después de un tiempo comenzó a escribir prosa y crítica literaria en algunos periódicos. Y gracias a su estilo agudo logró tener cierta notoriedad.

Vivió en varias ciudades: Baltimore, Filadelfia y Nueva York. Se casó con su prima, Virginia Clemm, en 1935; ella tenía 13 años, pero murió más tarde de tuberculosis. Él le doblaba la edad; no tuvieron hijos.

Para 1845 publicó su poema El cuervo. Él quería editar su propio periódico, que se llamaría The Stylus, pero nunca lo pudo realizar. Murió en Baltimore, se dice que en una banca de un parque debido a que era alcohólico, aunque hay otra versión que afirma que murió en un hospital, si bien nunca se supo la verdadera causa, ya que pudo ser cólera, exceso de drogas, fallo cardiaco, rabia, suicidio o tuberculosis.

Lo que es innegable es que ha influido en un sinnúmero de artistas, no solo de la literatura, como Jorge Luis Borges o Rubén Darío, sino también en series de televisión, cine, comics y hasta obras de teatro.

Leonora

Leonora caminaba despacio por el pasillo oscuro hasta encontrar la puerta del cuarto que se hallaba en penumbras. En la habitación había una pequeña lámpara holográfica de pilas sobre la mesa de noche que titilaba. Edgar estaba postrado en una vieja cama de latón. La manta eléctrica producida por paneles solares solo le cubría los pies. Leonora se detuvo un momento en el dintel de la puerta. Edgar alcanzó a escuchar el chirrido de cómo se abría y volteó a ver hacia ella. Leonora estaba hermosa, radiante, llevaba un vestido blanco hasta las rodillas e iba descalza para no hacer ruido. Era una adolescente que con el tiempo moriría de tuberculosis. Edgar conocía su andar, sus pasos melancólicos. En el marco de la entrada vio a un cuervo profundamente negro que parecía por momentos azul, justo arriba de la cabeza de ella. Leonora alcanzó a decir:

—Ya nunca más estarás solo, ¡yo te voy a acompañar siempre!

Caminó despacio hasta el pie de la cama y Edgar le susurró al oído:

—Ya nunca más…

Leonora sacó un pequeño trapo mojado que puso en los labios de Edgar. Cariñosamente enjugó a Edgar, pues estaba deshidratado. Eran los últimos momentos de una larga agonía causada principalmente por el exceso de alcohol en sus venas, pero además al parecer contrajo el cólera en una tertulia literaria a la que acudía regularmente.

Edgar seguía viendo al cuervo. El animal comenzó a hablar:

—Ya nunca más…

Edgar no sabía en realidad qué estaba pasando; podía sentir el aliento de Leonora cerca de él cuando le hablaba, pero todo era como un sueño. Sentía su cuerpo en total decadencia y sabía que pronto moriría.

En realidad, el aliento que percibía era la brisa nocturna. Estaba sentado en una banca del parque en una noche fría de febrero en Baltimore. Llevaba ya varios días sin probar whisky y empezó a tener delirium tremens. Estaba totalmente confundido, hasta que cayó muerto sobre la banca.

Hallaron su cuerpo al día siguiente. Tenía una mano que apuntaba a algún lugar. Era el 7 de octubre de 2049.