EL DUQUE

Sergio Pérezgrovas
Columnas
DUQUE

Ladrón que roba a ladrón tiene 100 años de perdón.

Dicho popular

Arthur Wellesley, mejor conocido como el duque de Wellington, quien venciera en la península Ibérica al famoso Napoleón Bonaparte, posó para uno de los más grandes pintores españoles, Francisco de Goya y Lucientes. En el cuadro se muestra a un duque lleno de medallas y condecoraciones, algunas de ellas españolas, que le fueron entregadas por haber vencido a los franceses.

Esta pieza, que no es de las mejores del artista, cobró notoriedad en 1961 cuando fue sustraída del National Gallery de Londres, donde no llevaba ni 20 días. Fue el primer y único robo que ha sufrido la galería en toda su historia.

El ladrón fue Kempton Bunton, un extaxista jubilado de 60 años, quien tenía problemas con la ley por no querer pagar el impuesto que deben los británicos por ver la televisión pública, lo que se denomina la licencia de televisión y que está destinada a financiar a la BBC (British Broadcasting Corporation). Actualmente cuesta 196 euros anuales.

La historia comenzó muchos años atrás. El papá de Kempton estuvo en la Primera Guerra Mundial y sufrió la pérdida de sus extremidades, por lo que tuvo que vivir en una silla de ruedas el resto de su vida.

Kempton, ya mayor, quería pagar por los impuestos a los jubilados y veteranos de guerra, como una especie de Robin Hood.

El taxista robó el cuadro y durante cuatros años lo mantuvo en secreto, hasta que un buen día fue a devolverlo al museo, un poco por desilusión y otro poco porque alguien supo que Kempton tenía en su poder el retrato.

Lo llevaron a juicio y su abogado (que por cierto era de oficio) astutamente dio como argumento que cuando uno pide prestada la podadora a su vecino y se queda con ella un par de años, pero al final la regresa, no se considera un delito.

Este argumento tan simple ayudó a Kempton a que lo hallaran inocente de los cargos, pero como el cuadro no tenía el marco porque el ladrón se lo quitó para poder transportarlo con mayor facilidad, lo metieron a la cárcel por tres meses por el robo de este.

Es, pues, un claro ejemplo de una postura quijotesca que buscaba un bien común. Hoy la BBC sigue cobrando el impuesto por ver la televisión pública, aunque en 2000 se otorgó a los jubilados y veteranos de guerra la exención de dicho impuesto.

Hay una película con Jim Broadbent y Helen Mirren, como matrimonio: él como el ladrón y Helen una mujer que trabaja limpiando casas ajenas. La puesta en escena está bien realizada y es hasta cierto punto una especie de comedia. Las actuaciones de los dos son impecables. Relata más o menos lo que sucedió. La dirección está a cargo de Roger Michell, el mismo que dirigió Un lugar llamado Notting Hill, entre otras películas. Desafortunadamente murió en septiembre 22 de 2001. Es una buena realización de un lamentable robo real. Si quieren pasar un buen rato la cinta la encuentran en Netflix.

Humor involuntario

Para la Navidad de 1985 y pasados dos meses del terremoto que sacudió al entonces llamado Distrito Federal hubo un robo en el Museo de Antropología e Historia realizado por dos veterinarios. Se llevaron los hijos de la chingada 140 piezas de las salas Maya y Mexica.

La noche de Navidad ingresaron al recinto y estuvieron adentro alrededor de tres horas, desde la una hasta las cuatro. Los huevones de los policías estaban celebrando la Natividad y no se dieron cuenta del atraco hasta las ocho de la mañana.

Pero los muy pendejos no pudieron vender el botín, por lo que lo escondieron en un clóset en Satélite. Cuatro años más tarde, por una casualidad, el papá de Tristán supo de la historia, pues conocía al papá de uno de ellos; le sugirió que devolvieran las piezas.

Eran Carlos Perches y Ramón Sardina. Carlos fue preso y recuperaron 111 piezas, pues lograron determinar que era aficionado a la coca en polvo y lograron capturarlo.

Por su lado, Sardina es prófugo y no se sabe nada de él.

Otra implicada fue la Princesa Yamal, una cabaretera aficionada, junto con Ramón, al polvo blanco.

La entrega se llevó a cabo en las instalaciones del museo, siendo presidente Carlos Salinas de Gortari. En el fondo del recinto estaba Tristán con su papá. Hay una versión con Gael García Bernal que a mí parecer es bastante de hueva, lenta, sin ritmo y con chistes absurdos. Me recordó un poco las pelis de humor involuntario de mi familia.