Como cada vez que pierde una elección presidencial, el Partido Demócrata está sosteniendo un debate interno muy intenso sobre las causas de su derrota. Por una parte, su ala izquierda explica la derrota porque no fueron suficientemente radicales; del otro lado, hay demócratas que afirman la necesidad de correrse más al centro y deslindarse del radicalismo woke.
Desde luego, el sentido común indica que la gente está harta del wokismo, pero este y el ala que lo defiende se niegan a morir y exigen su reivindicación intensiva.
En el marco de polarización extrema que vive Estados Unidos no es posible pronosticar cuál grupo se impondrá, pero sí sabemos que hay que dar seguimiento a sus respectivos liderazgos.
Del lado radical izquierdista Alexandria Ocasio-Cortez, la famosísima AOC, o Bernie Sanders buscan ganar adeptos; del otro lado, liberal y centrista, parece que sigue con vida algo del grupo de los Clinton, del grupo de Obama, y han levantado la mano algunos gobernadores y el exalcalde de Chicago, Emanuel Rahm.
Como en cualquier democracia la victoria de uno u otro grupo mucho tendrá que ver con el trabajo de base hacia la militancia en las comunidades norteamericanas, así como el acceso a los medios de comunicación, convencionales y novedosos. Adicionalmente, hay otro actor político muy propio de la democracia estadunidense que son los think tanks, que se han consolidado al paso de los años como protagonistas de la batalla electoral norteamericana. En esa medida moldean el discurso de los contendientes y les imponen agendas a los candidatos y a los partidos supuestamente desde la sociedad civil. Habrá algunos diseñando una batería de políticas públicas favorables a la comunidad LGBT, otros propicios a los intereses del sector financiero, algunos que refuercen la lucha ambientalista, etcétera. Unos y otros buscarán influir en los personajes arriba enumerados mediante publicaciones, conferencias, entrevistas, pronunciamientos mediáticos y hasta cabildeo abierto con grupos de interés.
Incentivo
Lo llamativo y que me interesa subrayar es el carácter altamente ideológico de la disputa por el alma del Partido Demócrata. Gane quien gane definirá la orientación política del partido en las antípodas de su adversario.
Anteriormente si algo daba estabilidad al sistema político norteamericano era la tendencia al centrismo dentro de los partidos y cierto consenso bipartidista básico hacia fuera del propio partido. Esto premiaba la negociación y la conciliación como prácticas políticas dominantes del sistema. Hoy el incentivo corre hacia la radicalización y la desincorporación de las inquietudes de quien piensa distinto.
Si la definición ideológica del Partido Demócrata termina escorada hacia el wokismo buscarán marginar o incluso dejar fuera del partido a los liberales de centro. Y si la orientación camina hacia el centrismo, es posible que los wokesquieran salirse o dejar de participar en el Partido Demócrata. Lo que no se sabe es a dónde irían.
Y desde luego, una cosa es ganar la batalla dentro del partido, pero otra muy distinta conquistar al electorado que no se identifica con ningún partido.
En todo caso, será muy importante darle seguimiento a la disputa interna y al dilema del Partido Demócrata.