“LA DIGNA RABIA DE LAS MUJERES”

Martha Mejía
Columnas
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Adriana González

A propósito de la presentación de su más reciente novela, La digna rabia, Adriana González del Valle, terapeuta y escritora, habla con Vértigo sobre cómo el autoconocimiento puede convertirse en una herramienta clave para sanar y equilibrar las heridas emocionales que muchas veces son causadas por un sistema patriarcal.

—¿Qué la motivó a escribir sobre el mundo femenino marcado por el patriarcado y las injusticias sociales?

—Mi propia búsqueda espiritual fue el motor. A través de mi vida personal me di cuenta de cómo las estructuras patriarcales nos afectan desde el nacimiento: desde que nacemos nos enfrentamos a un mundo que, desde el punto de vista divino, nos impone un arquetipo masculino de poder. Esto nos limita en nuestro entendimiento de lo femenino y en nuestra conexión con la espiritualidad. A lo largo de mi vida me encontré con muchos obstáculos relacionados con el poder masculino, ya fuera en forma de abuso, envidias o injusticias. Y eso me llevó a cuestionar cómo la figura femenina ha sido relegada en muchos aspectos de la vida, especialmente la madre como figura creadora y protectora.

La novela, dice, “se gestó desde esa inquietud de tratar de visibilizar y transformar la rabia que muchas mujeres sienten frente a las estructuras de poder y opresión que nos afectan”.

—¿Por qué eligió la frase “La digna rabia” para el nombre de su novela?

—Es un concepto que personalmente asocié primero con los zapatistas y su lucha contra el abuso hacia la tierra y las comunidades vulnerables; pero me di cuenta de que esa rabia, esa indignación, también se refleja en los cuerpos de las mujeres, en cómo hemos sido abusadas, reprimidas y controladas. La rabia femenina no es odio; es una fuerza transformadora, liberadora, que nos permite reivindicar nuestra autonomía y nuestra capacidad de cambiar las estructuras injustas. La rabia, especialmente en el contexto de la maternidad, es una reacción instintiva, protectora, y nos ayuda a conectar con nuestra fuerza interior. Las mujeres hemos sido enseñadas a reprimir esa rabia, a callarla, pero esa emoción es crucial para nuestra sanación y nuestro poder.

Conectar con el cuerpo

—¿Cómo se gestó la historia y qué elementos personales puso en ella?

—A través de mis estudios en sicología, y de acuerdo con Carl Jung, todos llevamos una máscara, un personaje creado para sobrevivir en este mundo. A lo largo de mi vida viví diferentes etapas y facetas, algunas relacionadas con la sumisión y otras con el despertar a mi verdadera identidad. Vi cómo estas figuras arquetípicas se repetían tanto en mi vida como en la de las mujeres que he acompañado en mis talleres. Por ejemplo, la mujer esclava, que cede su poder; o la mujer que no puede liberarse en su sexualidad; son aspectos que muchas mujeres enfrentan. Estos personajes surgen no solo de mi experiencia personal, sino de lo que he observado en las mujeres con las que he interactuado. En este sentido, la novela trata de reflejar esas realidades que muchas veces se viven en silencio.

—En términos de crecimiento personal, ¿qué consejos hay para quienes desean acercarse a su propio proceso de autoconocimiento y sanación de emociones?

—He aprendido que no se trata de ser “bueno” sino de ser auténtico. Para ello, hay que bajar al cuerpo, sentir nuestras emociones sin juzgarlas. Muchas veces la mente intenta controlar lo que sentimos, justificarlo o reprimirlo, pero la sanación comienza cuando nos permitimos sentir plenamente. La terapia es fundamental, pero no solo la terapia tradicional: es importante también conectar con el cuerpo a través de la danza, la meditación o cualquier práctica que nos ayude a liberar lo que guardamos. Transformar las emociones dolorosas en algo constructivo es un arte; y eso es lo que intento transmitir en mi trabajo literario. El proceso terapéutico es un espacio donde podemos transformar esas heridas en dones.