2024 presentó la particularidad de ser un año colmado de elecciones que vinieron a renovar el mandato sobre poco más de la mitad de la humanidad. Así, la generación de una expectativa rampante sobre la efectividad de los gobiernos entrantes tendrá que contar con una resolución para el año que inicia.
Si bien hay bonos democráticos que pueden perdurar anómalamente a lo largo de tiempos prolongados, en los tiempos que vivimos es común que la población espere respuestas casi inmediatas a los problemas añejos. En este orden de ideas, el abatimiento a los índices de pobreza y marginación, la seguridad pública, el problema medio ambiental y muchos otros estarán en la demanda de los gobernados, pero existe un mundo que engloba a todos y cada uno de estos problemas que particularmente tiene cada país en donde se ha estrenado mandato y ese contexto es sin duda alguna un escenario de retos inéditos que habrá que enfrentar colectivamente como humanidad: un líder gobernante no estará obligado solamente a dar respuestas a lo local, sino que hoy por hoy deberá por igual ser un contribuyente activo para abonar a la estabilidad y a la paz internacional, que cada vez se percibe mayormente amenazada.
Como premisa de esta aseveración debemos considerar que la cooperación global, como nunca, se encuentra en un punto muy bajo, mientras que la confrontación indudablemente va en aumento. Por supuesto, como conflictos mayormente visibles tenemos la guerra entre Rusia y Ucrania, así como el conflicto en Oriente Medio. De ahí, ante la ineficacia de los organismos globales como la ONU y la OMC, que antes de alguna forma jalaban hilos que ponían equilibrio y orden, se derivan distintos posibles frentes de conflagración que terminarían por incendiar un escenario de por sí ya volátil. Estos factores, combinados con la llegada al gobierno estadunidense de un Donald Trump que hasta ahora se ha percibido amenazante, generan un entorno de alta incertidumbre. Si a la percepción corresponden acciones como el aumento de gastos públicos multimillonarios para destinarse a la capacidad bélica, muy probablemente experimentaremos afectaciones a los flujos de inversión y, en consecuencia, una sonora volatilidad de los mercados financieros.
Augurios
Por otra parte, algo que por igual tiene que ver con la nueva política del gobierno norteamericano entrante, la práctica del proteccionismo comercial puede acarrear escenarios funestos para un numeroso grupo de países que intercambian con Estados Unidos.
En medidas espejo podríamos ver la imposición de acciones semejantes en una escalada que no tiene tope. Además, recientemente el bloque europeo anunció lo que parece ser una serie de medidas proteccionistas de la economía regional, al mantener cinco años más los aranceles impuestos a los coches eléctricos de origen chino, aun con la oposición manifiesta de España y Alemania. El impacto global es de pronóstico reservado. Seguramente encontraremos perdedores —la mayoría— y algunos ganadores, pero lo que sí es seguro es que las cadenas de suministros se afectarán inevitablemente con la previsible presión inflacionaria que nos acabará por impactar a todos.
Si llegamos a ese tipo de escenarios los bancos centrales tendrán en gran medida la palabra para poder frenar o aminorar los riesgos de una inflación rampante. Incluso en la actualidad ya se ha previsto que la Reserva Federal estadunidense pudiera llegar a bajar los tipos de interés aún más allá de lo que los propios mercados lo llegaran a mandatar. Como es de todos sabido, el resto de los países tendría que seguir el ejemplo para evitar el desborde inflacionario.
Lo cierto es que la geopolítica, en sus capítulos bélicos, económicos y financieros, va a delimitar y poner en cajas muy acotadas a un gran cúmulo de países cuyos gobiernos se han estrenado en el mandato en 2024. Quizá como nunca, el venidero 2025 puede considerarse como un año de impredecibles consecuencias. Guerras, inflación y mercados parecería que serán palabras comunes que pondrán en una situación compleja a quienes llegaron con la obligación de cambiar pasados y aportar soluciones de forma casi inmediata.
Los augurios siempre los haremos desde el optimismo, deseando que se encuentren los equilibrios, la prudencia y la racionalidad como ejes rectores de cualquier gobierno arribado.