Aun cuando el tema se ha normalizado al grado de que en muchos análisis ya no es una novedad inexplorada, todavía quedan aristas que abordar con relación al funcionamiento de una democracia con un mundo digital vertiginoso que no encuentra fronteras.
Hemos concluido todo un ciclo electoral en el continente americano que pasa por escenarios sumamente distintos; desde el fraude descarado de Venezuela como ejemplo de la antidemocracia, hasta la polarización que se significó en una avalancha republicana en las pasadas elecciones de Estados Unidos. Elecciones que se anticiparon cerradas y no lo fueron como en el caso de México o países con controles pro libertarios que consolidaron regímenes como en El Salvador. Todas tienen un distintivo irrenunciable: la presencia del mundo digital y las redes sociales en sus definiciones.
No solo es por la exposición masiva que se genera sino también por la inmediatez en transmisión de contenidos que el mundo digital creció agigantadamente en 2024.
La agencia We are Social aporta en su informe Global Statshot Digital datos sumamente reveladores cuando se aprecian con el lente de un año donde la renovación gubernamental fue masiva en el mundo por la vía electoral. Tan solo para tener presente algunos: en 2024 se estableció un récord de usuarios de internet para rondar en los cinco mil 500 millones; 151 millones de seres humanos se conectaron este año por primera vez a la red, lo que significa nada más ni nada menos que 4.8 nuevos usuarios por segundo.
Ello quiere decir que la sombra de ocupación de conectividad se ha extendido aceleradamente por el planeta. La accesibilidad apoyada en nuevas tecnologías satelitales ya prácticamente abarca hasta el rincón más alejado del orbe. Adicionalmente a este hecho, el avance de la visibilidad mediante conexiones móviles ya reina dentro de esta estadística: 60% de la conectividad total y tránsito de la red pasa por un dispositivo de red celular.
Masa informativa
Por otra parte, si bien es cierto que el tiempo dedicado a las redes sociales se redujo en un no alarmante 8%, la adopción de estas vías de comunicación se ha acelerado de forma impresionante en el último año, pues casi 300 millones de nuevos usuarios conformarán una masa crítica de rostros, muchos sin dueño visible, que aportan opiniones y datos a este gran mundo de interconexiones.
Y tangente a ello, el uso de ChatGPT y la Inteligencia Artificial (IA) aplicada a algoritmos ha transformado absolutamente el mundo de las redes sociales. Ahora la experiencia de tránsito en redes es casi en absoluto personalizada y muy pronto automatizada en su totalidad al generar perfiles de usuario completos. La IA pronto podrá tomar atribuciones para expresar una opinión, dar una reseña o generar un comentario chusco si se lo concedemos.
Cuando se tiene a la vista este enorme conglomerado, esta gigantesca masa informativa, no es posible exentar a la discusión política electoral de su influencia. Hemos atestiguado cómo el debate político se ha movido hacia la cancha de lo digital y cómo a su vez se ha tenido que modificar el tipo de acercamiento que candidatos, actores políticos y partidos sostienen con los ciudadanos. Las oleadas de adeptos que pretendieron lavar la cara a Nicolás Maduro por la comisión de un descarado fraude electoral se convirtieron en un aliciente que enardeció a miles de venezolanos, quienes aún propugnan por reivindicar su democracia. En consecuencia, al mantener en huida a sus opositores políticos, Maduro acabó llevando la comunicación de Edmundo González y María Corina Machado a las redes digitales masivas; ello pese a la censura promovida por el propio régimen para redes sociales.
¿Quién fue ajeno a la desinformación que surgió también en la elección de presidenta en nuestro país cuando, a pesar de la contundencia de los números, se pregonó sobre la existencia de algoritmos fraudulentos que desde lo digital supuestamente cambiaron la preferencia popular?
Y por igual, ¿quién desconoce el peso específico que tuvieron los posts en la plataforma X hechos por Elon Musk o por Donald Trump?
El reto venidero para que el mundo digital contribuya a la existencia de democracias funcionales será propiciar la responsabilidad en un marco de total libertad; sin restricciones, pero sin mentiras.