Ha sido un muy buen arranque de año para el futbol mexicano en el sentido de la exportación de jugadores. Siempre va a dar gusto ver a futbolistas mexicanos emigrando a donde se practica el mejor futbol del planeta. Me refiero al europeo.
La primera buena la dio César Huerta, quien decidió irse al futbol de Bélgica para defender la casaca del Anderlecht, el equipo más importante de aquel país. Después, en la misma liga belga, se incorporó otro mexicano: Heriberto Jurado. El joven futbolista de 20 años nacido en Necaxa firmó con el Cercle Brugge.
Por otra parte, Stephano Carrillo, surgido en Santos Laguna, fue fichado por un grande de la liga de los Países Bajos como lo es el Feyenoord.
Así, entonces, no le puedo negar que me genera orgullo saber que jugadores mexicanos prefieren abandonar la comodidad del futbol de la Liga MX e involucrarse en entornos donde seguramente tendrán más oportunidades de desarrollo.
Sin embargo, estas buenas noticias generaron en algunos colegas y aficionados un ánimo exacerbado, fuera de total realidad, haciendo creer que el futbol mexicano se caracteriza por exportar jugadores a borbotones a Europa. Y tristemente no es así.
Realidad
Así como me llena de alegría y orgullo ver a jugadores mexicanos en Europa, al mismo tiempo me inunda la tristeza al ver cómo no son más los que se van al Viejo Continente. La razón es muy sencilla y la comparto a continuación.
En el futbol mexicano se han normalizado algunas formas de operar que, lejos de ayudar a los jóvenes con un sueño europeo, hacen todo lo contrario.
Le voy a citar un ejemplo muy claro. Hace unos años, un chico llamado Rodolfo Pizarro llamaba la atención por su buen juego en Pachuca. En ese momento equipos europeos se interesaban en él, pero no convencían las ofertas económicas. Hasta que un buen día Chivas decidió pagar por aquel joven e inocente jugador una cantidad cercana a los 15 millones de dólares. Sí, 15 millones por un futbolista que mostraba buenas cosas en su club, pero que todavía estaba lejos de ser un ídolo, aunque Chivas pagó como si fuera un tres veces mundialista. Lo peor vino después.
Sin que hubiera hecho mucho en La Perla Tapatía, Monterrey se animó a comprarle a Chivas al propio Pizarro por una cantidad de 18 millones de dólares. ¡Hágame usted el favor!
El resto de la historia usted la conoce. Pizarro apenas se asomó luego al futbol de Grecia sin éxito y lo peor es que tampoco ha logrado consolidarse como el futbolista que todos esperábamos. Ejemplos como este tengo muchísimos.
Mientras en el futbol mexicano las costumbres sean las mismas de pagar sueldos irracionales, cada vez serán menos las aspiraciones de aquellos jugadores que tienen madera para llegar lejos.
Por eso aplaudo a César Huerta, a Heriberto Jurado y a Stephano Carrillo el hecho de que, junto con su gente cercana, hayan aceptado ofertas justas y con sentido. Al final, con ellos se cumplen los dos objetivos primordiales: el deportivo y el económico.