El alza de la ultraderecha en varios países, así como sus discursos en redes, permiten un revisionismo sobre ciertas figuras históricas. En Estados Unidos y Europa, por ejemplo, varios negacionistas aprovechan las tensiones políticas para enaltecer la figura del dictador Adolf Hitler y pedir que se le entienda como un líder político en su contexto.
Claro que esto no es más que un intento de disfrazar posturas fascistas y neonazis bajo un supuesto nuevo análisis histórico.
Algo un poco similar ocurrió aquí en México cuando removieron la estatua de Cristóbal Colón, pues se desataron varios debates en torno de su figura. Los defensores del explorador sostenían que sus acciones debían ser interpretadas en su contexto histórico para una comprensión completa. No obstante, merece la pena reflexionar en este breve texto sobre la moral con la que miramos el pasado o si de verdad las figuras históricas pueden estar exentas de juicios morales.
Cuando el historiador observa el ayer no lo hace con el objetivo de emitir un juicio moral o ser un árbitro que dicte si algo estuvo bien o mal. Lo hace siempre con preguntas y problemáticas que guían la comprensión de un fenómeno para comprender las condiciones que lo hicieron posible. Así, quien investiga el nazismo se adentra al contexto de la época para explorar a fondo cómo una ideología que terminó llevando a cabo un genocidio llegó al poder.
Hay varias maneras de hacer dichas aproximaciones, por ello existen tantos trabajos sobre el tema y hasta la fecha siguen apareciendo nuevas producciones historiográficas. Esto no quiere decir que justifiquen ciertas prácticas del pasado. No es el objetivo del historiador decir quién fue bueno y quién fue malo. De hecho, entendiendo aquellos elementos que llevaron a la realización de un genocidio, sus justificaciones y sus mecanismos, es que historiadoras e historiadores pueden observar patrones similares que les doten de la capacidad para calificar la situación entre Israel y Palestina de ser un genocidio.
Interpretación errónea
Poniendo otro ejemplo, se puede afirmar que el sistema de encomienda fue perjudicial y concluir el debate ahí. Sin embargo, al profundizar y cuestionarse sobre las razones detrás de su surgimiento y las justificaciones para su implementación se genera un diálogo que permite comprender cómo pudo haber sido posible un fenómeno de esa naturaleza.
Ahora bien, regresando a las figuras históricas siempre uno debe preguntarse por qué un sector de la sociedad decide mirar hacia ellas. A pesar de que muchos sostengan que no se puede juzgar un personaje del pasado bajo juicios morales del presente, lo cierto es que ese mismo presente lo demanda como guía moral de los tiempos actuales. Si actualmente surgen posturas revisionistas acerca de Hitler o cualquier otro dictador es porque la derecha en aumento ve en sus acciones ejemplos a seguir. Es falso pensar que el interés por estos personajes nace por una cuestión historiográfica o “amor al arte”. Al contrario, surge de una errónea interpretación histórica.
La comprensión histórica no equivale a la justificación moral. El historiador puede entender las condiciones que llevaron al surgimiento de un fenómeno y los personajes que lo hicieron sin por ello validar sus atrocidades. La historia busca para comprender el pasado, no para excusarlo.