HACIA UN COMERCIO BILATERAL AMPLIADO

Javier Oliva Posada
Columnas
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Comercio bilateral

No cabe duda sobre el peso específico que tiene Estados Unidos como actor político y económico en el mundo: ha bastado menos de un mes, para que la nueva administración de la Casa Blanca genere un auténtico reajuste en las dinámicas mundiales.

Lo mismo que lograr desde el 5 de este mes un trato de excepción en el pago de tarifas por parte de los buques mercantes por su paso en el Canal de Panamá, que el anuncio del desplazamiento de la población de la Franja de Gaza para convertirlo en un protectorado estadunidense.

Sin intentar —debido al desinterés e incluso desprecio a las alianzas— consultas a otros gobiernos afines, el presidente Donald Trump persiste en una impredecible agenda donde un desmedido protagonismo personal de manera gradual va propiciando escenarios que afectarán sustancialmente la estructura multilateral en el mundo.

Y no es porque la estructura que tenemos funcione o sea efectiva. Ahí está como ejemplo el monumental fracaso para procesar un escenario mínimo de acercamiento entre las partes para contener la demolición y masacre de la población en Palestina. Ni qué decir de la inutilidad de la comunidad latinoamericana para contener la permanencia de la dictadura de Nicolás Maduro en Venezuela.

Es frecuente leer y escuchar análisis y planteamientos en varias partes del mundo señalando lo intempestivo e improvisado de las decisiones de la Casa Blanca. No obstante, es evidente que hay elementos suficientes para, por una parte, estudiar los siguientes pasos a fin de estar en condiciones de procesar las próximas determinaciones, dados los antecedentes del primer mandato; y, por la otra, establecer —para el caso de nuestro país— una agenda cuya principal finalidad sea articular y proyectar los intereses nacionales y el Poder Nacional con base en nuevas premisas por lo que hace a la diplomacia, la política y el comercio exteriores, así como una agenda de carácter regional y continental.

Denominador

Es perceptible el decidido posicionamiento del nuevo gobierno de Estados Unidos “antiMéxico”, como aquí se ha apuntado en anteriores entregas. Aunque para algunos mereció burlas y trato despectivo, la decisión del presidente de Ecuador de aplicar aranceles de 27% a las importaciones mexicanas va justo en el sentido de profundizar el aislamiento y, por tanto, debilitar a nuestro país en el entorno internacional y latinoamericano.

No es aquella una decisión, por supuesto, improvisada o producto de la ocurrencia. Qué va. Es una muestra, modesta si se quiere, pero de un alto significado en cuanto a la vulnerabilidad que comienza a emerger como un antagonismo coyuntural a nuestros intereses nacionales.

La caracterización del programa de gobierno del país vecino del norte puesto en práctica en estas semanas por la nueva administración, deja en claro lo que ha identificado su perfil como nación a lo largo de la historia: la preponderancia y preeminencia de los intereses económicos y el comercio internacional. Esa es la implacable lógica donde tarifas, aranceles, impuestos, balanzas comerciales y cuotas a los organismos multilaterales, entre otras muchas medidas, articulan la economía mundial.

Algunas están destinadas a desaparecer o ya desaparecieron, como los retiros anunciados y efectivos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y de la Conferencia de las Naciones Unidas contra el Cambio Climático (COP). Ese continuo proceso de aislamiento persistirá. No hay duda. Por ello la instalación de acuerdos y convenios bilaterales, como es el que en meses próximos se anunciará e instalará como única opción para las relaciones económicas con México, será el denominador común para los siguientes años.