Para estas vacaciones me permito recomendarle la lectura de una novela que, si bien muy extensa, le hará pasar ratos muy agradables en la playa o en cualquier lugar de descanso. Se trata de un best seller internacional escrito hace varias décadas, La columna de hierro, de la escritora británico-americana Taylor Caldwell.
Se preguntará qué tiene que ver ese libro con los temas de esta columna y la respuesta es mucho: la novela se ocupa nada menos que de la vida de Cicerón, el legendario senador romano en su lucha por salvar de los demagogos a la República. Si se anima usted a leerla, ahí encontrará las claves interpretativas del populismo, un fenómeno tan antiguo como el que más. No hay nada de novedoso en los recursos retóricos, políticos y hasta financieros de nuestros populistas contemporáneos. Ahí observará usted en acción al mismísimo Julio César ganando el favor de las multitudes con promesas imposibles, obsequios de dinero en efectivo o elogiando la sabiduría del pueblo bueno. Hay incluso un pasaje fascinante donde Cicerón le reprocha a César (originalmente eran amigos) sus prácticas demagógicas. César le responde, palabras más, palabras menos: “¿La culpa es mía por utilizarlas o de la gente al dejarse seducir por ellas? Eso esperan de mí. ¿Qué quieres que haga, Cicerón?”
El libro cuenta la vida completa de Cicerón, desde su infancia, educación, sus primeros amores, hasta su legendario encuentro con Catilina desde la tribuna senatorial.
La novela tiene la virtud de recrear con lujo de detalle las atmósferas, clima, estilo de vida y costumbres de Roma en su etapa preimperial, así como de la magnificencia de la República antes de su colapso por la embestida de las multitudes enardecidas. Uno aprende a respetar y admirar la institución del Senado, así como el culto por la ley de los romanos republicanos.
También se enternece con la ingenuidad inicial de Cicerón en sus primeros pasos por la política, hasta que aprende el crudo realismo de esa actividad después de sufrir un atentado contra su vida.
Similitud
Lo más importante, sin embargo, desde la perspectiva de esta columna, es la forma en que la novela va describiendo la decadencia de las costumbres republicanas y la pérdida de valores de civismo entre los ciudadanos romanos. Es evidente que César y los demagogos populistas no son los causantes de la decadencia republicana, sino que son la consecuencia de esta. Cuando empiezan a degradarse las costumbres y la corrupción se vuelve generalizada, la masa se vuelve presa fácil de las lisonjas del demagogo.
La autora está mal vista en los pretenciosos círculos intelectuales mexicanos por ser una escritora de best seller y no redactar con la sofisticación de las vanguardias literarias. No haga caso, a veces los escritores populares son mejores precisamente por su capacidad para entender la conducta popular y retratarla en sus libros. Además, es una novela muy amena, rebosante de pasajes emocionantes y en la que la acción de los personajes nunca se detiene. Los diálogos están muy bien escritos e intercalan citas de autores de la antigüedad clásica grecorromana.
Si quiere usted entender y apreciar con mayor perspectiva lo que está pasando en Estados Unidos y en el mundo no se pierda esta novela. A fin de cuentas, como reza la oración inicial del libro, “cualquier semejanza entre las repúblicas de Roma y Estados Unidos es meramente histórica, tal y como lo es la similitud entre la antigua Roma y el mundo moderno”.