En nuestro país la forma legitimada por la ley para el acceso al poder mediante cargos de elección popular es la postulación mediante el soporte de un partido político o, en su caso, como candidatos independientes mediante ciertos requisitos especiales.
Sin embargo, todo aquello que involucra el armado orgánico y la operación de un partido generalmente se ha corrompido por los intereses de las dirigencias en turno y, además, han constituido cuantiosos negocios para quienes se benefician de la administración de las prerrogativas que estas organizaciones reciben desde el erario público.
Así, la reciente anunciada intención por la conversión de un movimiento hacia la formalidad de un nuevo partido político resulta en un ejercicio complicado cuyo desenlace puede acabar por desviarse del objetivo original que, según entenderíamos, se centraría en la aportación al fortalecimiento de la democracia mexicana.
Pero surge una pregunta de fondo en este escenario: ¿es necesario contar con más partidos políticos en nuestro país?
En un particular punto de vista, la participación política es deseable, pero realmente la democracia se ve fortalecida cuando se cuenta con una ciudadanía vigorosa, informada y participativa de las decisiones públicas y, por supuesto, de las electorales.
Pero aun cuando el anhelo por una sociedad actuante es borroso, y para algunos todavía es lejano, si debiese surgir un nuevo partido político sería deseable que su gestación atendiera algunas consideraciones mínimas.
Solvencia
Un partido político debe nacer de la coincidencia y no de la conveniencia; si no existe la convicción plena de demócratas por parte de quienes pretenden plantearse como opción en una boleta electoral, no estaremos mas que ante un nuevo selecto club de especiales, quienes tendrán pretexto para encumbrarse y estructura para soportarse.
Asimismo, un partido político debe alejarse del aglutinamiento plagado de vicios personales y colectivos que han corrompido a las instituciones políticas. Sería conveniente que, en el escenario de un México con diversas complicaciones, lo que pudiera construirse fuera una agrupación de conciencias apostadas a los valores de la democracia, la justicia, la legalidad, la libertad y la paz. No tendría un buen destino un conglomerado de personas que, al amparo de un partido político, buscaran el acceso a puestos con finalidades revanchistas.
Un partido político de nuevo cuño debería representar políticas claras, opciones de solución a problemas concretos e irresueltos y alejarse de la politiquería que se verbaliza en horas y horas de discursos.
Ese nuevo partido político tendrá que contar con una agenda sólida que no aloje posturas contradictorias con tal de sumar adeptos en las urnas; es deseable que en un partido político se cuente con más ciudadanos que con más militantes.
Ejercer la ciudadanía es un acto de valentía; es no dejar pasar la arbitrariedad, la sinrazón o la irracionalidad, pero sostener a la vez con solvencia los argumentos que no permiten ese paso. Si un país consolida una base crítica de personas que con información y razones pueden dar peso a su voz, tendremos una mayor oportunidad de pactar rutas de superación y progreso.
Sin embargo, hay que reconocer que mucho nos falta para que exista una masa actuante de ciudadanos que realmente influyan en los asuntos públicos. Estamos en un estado de pasividad mayoritaria que no contribuye a la disertación de ideas que edifican; estamos en un país que no ha tomado una real conciencia de lo que implica la participación activa como miembros de una comunidad.
Por ello, al volver a la pregunta que motiva estas líneas, la creación de un nuevo o de nuevos partidos políticos no resultará útil para un real contexto democrático si no se gesta desde una sociedad actuante y convencida de su peso en las decisiones públicas. Debemos empezar desde los núcleos más pequeños a generar esa conciencia. Desde las mesas familiares, los círculos escolares, las aulas de cátedra o cualquier foro que permita el contraste de ideas y los ejercicios para lograr consensos.
Si seguimos apostando a las estructuras añejas que solo dan cobijo a vicios y personajes que se niegan a la extinción, poco lograremos a favor de un México que podría encontrar más opciones y soluciones en el quehacer de ciudadanos comprometidos con el oficio de hacer un país con responsabilidad.