Una disculpa por adelantado por hacer a un lado el proceso electoral en Estados Unidos, pues ha sido comentadísimo y analizado hasta la saciedad, lo cual en efecto evidencia su relevancia e influencia en la situación mundial, de obvia precariedad, polarización, deterioro ambiental y causa de una de las principales consecuencias: las migraciones forzadas.
Estas reciben una importante cantidad de clasificaciones metodológicas y jurídicas, pero la conclusión es unívoca: los desplazamientos de miles y miles de personas responden sustancialmente a dos variables, las violencias (conflictos bélicos, odios raciales y/o étnicos, separatismos, entre otras) y las perniciosas manifestaciones del cambio climático.
Cayó en mis manos el libro de Gaia Vince, Nomad century. How climate migration will reshape our world, publicado en 2022 por la editorial Flatiron Books. En una documentada búsqueda de fuentes confiables y acreditadas de información la autora llega a la conclusión de que la casi imparable catástrofe ambiental implicará un replanteamiento de fondo tanto en las condiciones de vida como en el conjunto de las relaciones internacionales.
Desde luego que dichas características no se van a manifestar por las mejores razones: el conocido argumento de la elevación de las aguas de los océanos irá acompañado de una extendida y generalizada crisis hídrica y de acceso a agua para el consumo humano; con ello, habrá escasez en la producción de alimentos; pero sobre todo unas reforzadas guerras por el control de los cauces de los ríos (pese a que la gran mayoría estarán en breve contaminados).
No obstante, hay posibilidades de retardar ese apocalíptico escenario mediante medidas para las cuales, señala la autora, hay plena conciencia de millones de personas, empresas y líderes políticos en el mundo.
Condiciones
La preparación para la promisoria ruta dependerá del aumento en el número de personas conscientes, la creación de tecnología, así como de sustanciales modificaciones en los patrones de consumo y alimentación.
Sin embargo —y retomando el contexto en el que vivimos—, el desapego, pero sobre todo la ignorante incredulidad de que el cambio climático y sus efectos son una realidad, es hasta el momento el principal obstáculo.
Hay una importante cantidad de documentales, testimonios y estudios que dan plena constancia, por ejemplo, de la muy grave contaminación de los mares. Las múltiples y negativas consecuencias son imposibles de negar cuando cientos de millones de toneladas de basura llegan hacia ellos todos los días.
De ahí que el señalamiento de la modificación en los consumos e incentivar el reciclaje sean las vías iniciales para no seguir por la ruta de la autodestrucción. Por eso los gobiernos y sus líderes tienen tanta responsabilidad respecto del futuro inmediato del planeta y sus habitantes.
Vince logra a lo largo de su investigación articular una consistente lista de condiciones que nos han traído hasta aquí, al momento en que las migraciones ya son producto de la inviabilidad medioambiental.
Veamos, por ejemplo, a los países del Cuerno de África. Podemos hacer una lista de las más recientes catástrofes ambientales, que van de los incendios forestales en Portugal hasta el dramatismo de la DANA que arrasó poblados y ciudades en Valencia, España, incluyendo a la capital provincial. No hace falta recordar a los huracanes que devastaron Acapulco en unos cuantos meses.
Debemos tomar en serio el antagonismo del cambio climático.