DESARROLLA BIOMATERIALES A PARTIR DEL SARGAZO

“Solución a problemas ambientales actuales y futuros”.

J. Alberto Castro
Columnas
BIOMATERIALES

Andrea Bonilla Brunner, doctora en Física por la Universidad de Oxford, Inglaterra, tuvo la genial idea de desarrollar biomateriales para sustituir a los plásticos a partir de los sargazos que contaminan las costas mexicanas y su innovador proyecto sobresale a nivel local e internacional porque propone un freno a la contaminación por plásticos a través de la ciencia.

En efecto, una invasiva contaminación por plásticos afecta y la encontramos no solo en continentes y océanos sino también en agua de nubes y niebla de los picos de las montañas Fuji y Oyama e incluso se afirma que los microplásticos también están en la lluvia.

De hecho, en dichas cumbres de Japón un grupo de científicos identificó nueve tipos diferentes de polímeros y un tipo de caucho en los microplásticos transportados por el aire, cuyo tamaño oscilaba entre 7.1 y 94.6 micrómetros. Cada litro de agua de nube analizada contenía entre 6.7 y 13.9 piezas de plástico.

¿Qué otra cosa podríamos esperar del modelo actual de consumo? No debe sorprendernos: cada minuto se compran un millón de botellas de plástico y cada año se usan 500 mil millones de bolsas de este material, según la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Ingerimos y bebemos microplásticos que contienen sustancias químicas posiblemente tóxicas, aunque no hay datos suficientes sobre su efecto en la salud humana.

Precisamente Bonilla no se cansa de señalar que “el uso de petróleo como materia prima ha derivado en dos grandes crisis ambientales: la contaminación por plásticos y el cambio climático. Esto nos lleva a desarrollar alternativas centradas en una mayor sustentabilidad en el mediano y largo plazo”.

En particular, la experta en Nanotecnología e Ingeniería Molecular es la creadora de un proceso mediante el cual se extraen del sargazo compuestos valiosos, como la celulosa y el alginato, para producir biomateriales.

Su primer producto es GreenShell, una alternativa biodegradable al poliestireno que se puede usar para empaquetado y embalaje.

Otro resultado de la investigación de Bonilla es la creación de termoplásticos que sustituyen al PVC y el PET para producir envases y películas plásticas.

Su innovación también permite mejorar la agricultura gracias a la producción de hidrogeles que aumentan la eficiencia en el uso del agua y fertilizantes.

Con estos avances bajo el brazo la joven científica de 34 años decidió crear y fundar una empresa emergente, BioPlaster, en Mérida, Yucatán, que utiliza precisamente los restos de los sargazos, un alga que invade las costas del Caribe, para producir bioplásticos.

En alianza con otros científicos, como Aarón Hernández Cid, doctor en Química Analítica por la Universidad de Manchester, Inglaterra, y Daniel Ruiz Guido, ingeniero en Desarrollo Sustentable por el Tecnológico de Monterrey, México, Bonilla ha constituido un equipo de ciencia y tecnología de primer mundo centrado en crear productos con base biotecnológica que den solución a los problemas ambientales actuales y futuros.

Respuesta

En la página web de la compañía BioPlaster los científicos ponen en claro que “tomando en cuenta el contexto regional avanzamos en el desarrollo de materiales bioplásticos a base de sargazo, lo cual nos permitiría darle usos efectivos a la enorme cantidad que se concentra en las costas del Mar Caribe cada año”.

El sargazo flota en el Océano Atlántico y las corrientes oceánicas lo impulsan periódicamente hasta las costas del Caribe. El exceso de nutrientes (como consecuencia, entre otros factores, del vertido de aguas residuales) provoca una sobrepoblación del alga con graves consecuencias ecológicas: agota el oxígeno en las aguas y evita la entrada de luz solar, lo que impide la fotosíntesis a otros seres vivos. Su descomposición contamina los suelos y las aguas, además de afectar al turismo, la pesca y las comunidades locales por su acumulación y olor fétido.

Por fortuna, Bonilla y su equipo han encontrado una solución a este problema regional: la respuesta es el bioplástico termoplástico, una alternativa viable para dar uso a las algas marinas que llegan al Mar Caribe año con año, siendo un producto que captura carbono de manera directa y ayuda a mitigar los impactos negativos que el sargazo provoca en las costas. Aunado a esto, las formulaciones de bioplásticos termoplásticos se producen a base de materiales con baja huella ecológica y son diseñados bajo los principios de economía circular.

De acuerdo con sus creadores este material es el primero de su tipo en utilizar algas marinas de manera efectiva con el fin de usarlas en maquinaria de moldeo térmico, extrusión e inyección sin modificar la infraestructura utilizada en la producción de objetos plásticos a base de petróleo. El producto para mayor eficiencia en la producción, distribución y procesamiento en fábricas se comercializa en forma de pellets (gránulos).

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BioPlaster colabora ya con varias empresas multinacionales para suministrarles biomateriales y así lograr que dejen de emplear el plástico como material de un solo uso.

Los planes a futuro de Bonilla pasan por construir una planta piloto para expandir la capacidad de producción de la compañía. También quiere optimizar los biomateriales que desarrolla y obtener nuevos productos sostenibles y biodegradables para lograr una sociedad más respetuosa con el medio ambiente.

Otros productos creados por BioPlaster son el hilo biodegradable para tela tejida; películas plásticas biodegradables y solubles en agua para aplicaciones de embalaje; y la espuma sólida (mezcla polimérica biodegradable) moldeada en diferentes formas, desde placas rectangulares hasta “cacahuates” (cilindro / elipsoide) fabricada a partir de espumas líquidas con el fin práctico de amortiguación de impacto durante el transporte de bienes.

En los próximos años la innovadora empresa creada por Bonilla se dispone a producir micropartículas magnéticas para uso en investigación aplicada en laboratorios médicos, microchips, robótica y biofísica, para ser utilizadas como pinzas magnéticas en la manipulación de estructuras microscópicas con gran precisión.

Además, la joven científica y emprendedora tiene previsto profundizar la investigación en materiales biocompatibles como sustratos para implantes.

Cinturón de sargazo

El alga llamada sargassum pone en jaque ecológico y económico a la costa del Caribe en México.

Tras la invasión de sargassum de 2018 la ocupación hotelera en la Riviera Maya cayó 2.87%. Para compensarla, los hoteles bajaron los precios, movieron a los disgustados turistas a otras localidades u ofrecieron actividades lejos de las playas.

Pero esta flora se ha convertido en el florecimiento de algas más grande del mundo y no se está quedando en el océano: desde 2011 grandes cantidades llegan a las costas caribeñas, desde las Antillas Menores hasta la Península de Yucatán.

En el océano las enormes balsas de algas impiden que la luz del sol llegue a los arrecifes de coral y a medida que se descompone, el alga emite sustancias que dañan la fauna marina.

El problema crece: usando datos por satélite de la NASA los científicos han llegado a medir un cinturón de algas flotantes de hasta casi nueve mil kilómetros de largo.