LA BANALIZACIÓN DE LA LOCURA

Juan Pablo Delgado
Columnas
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TRUMP

Para cuando lean esto la elección en México habrá concluido y tendremos una presidenta electa. Pero debido a los tiempos de entrega que impone el dios Vértigo no tengo idea de quién ganó ni tiene sentido especular sobre el tema. Así que ¡a otra cosa, mariposa!

Volteemos mejor hacia el norte, donde en seis meses los gringos tendrán su propia elección presidencial. ¿Qué ha ocurrido allá mientras aquí padecíamos de una lobotomía generalizada? Pues todo parece indicar que Donald Trump hará pomada a Joe Biden en noviembre.

Casi todas las encuestas sobre aceptación o intención de voto muestran a Trump superando al actual presidente. ¿Cómo es esto posible? Ahórrense sus comentarios: yo sé que Biden no ha sido el presidente más enérgico, ni el más coherente, y sí, a veces se tropieza, pero es un despropósito comparar su ineptitud con la del otro imbécil.

Como indica el politólogo Brian Klaas, Trump es un candidato que incitó a una insurrección violenta; buscó violar la Constitución múltiples veces; pidió al Ejército disparar contra manifestantes; cometió diversos fraudes para su enriquecimiento personal; defendió a grupos racistas; ha flotado la idea de ejecutar a sus enemigos políticos y a quienes cometan delitos menores; fue declarado responsable de una violación sexual; hoy está en juicio por violar la ley electoral y enfrenta también otros 88 cargos federales.

Vuelvo a preguntar: ¿cómo es preferible alguien de esta calaña a Biden?

Peligro real

Klaas dice que esto se debe a la “banalización de la locura”, donde los medios de comunicación han fallado una y otra vez a la hora de cubrir la demencia del candidato republicano.

La banalización de la locura “ha deformado a la política norteamericana, donde cada vez menos votantes reconocen qué tan trastornado, delirante y peligroso es Donald Trump... porque la prensa rara vez informa sobre su locura rutinaria”, dice Klaas.

Esto se relaciona con la “habituación” que mencioné en una columna reciente (Habituarse al horror, en Vértigo #1203), donde expuse cómo podemos acostumbrarnos a todo mientras un evento suceda de manera gradual y escalonada. Así podemos habituarnos a las mentiras, pero también a la crueldad e incluso al horror.

Pues igual podemos habituarnos a la locura. Como indica el periodista Charles Sykes, Trump ya no es “un acertijo ni un enigma”, pues durante años ha mostrado en público su verdadera esencia: “Su adulación por los autócratas del mundo, su amenaza de abandonar a los aliados geopolíticos, su desprecio por el Estado de Derecho y su intención de usar al gobierno federal como instrumento de venganza”.

Pero nada de esto genera interés ni titulares, mientras que un tropiezo de Biden amerita las ocho columnas de un periódico. Esta es la banalización de la locura, donde la sociedad y la prensa se han acostumbrado y han dejado de percibir como peligrosos la demencia y los delirios autoritarios de Trump. Después de ocho años en los reflectores políticos Trump es responsable de tantos atropellos a la dignidad y a la razón, que uno simplemente se vuelve sordo ante un nuevo escándalo.

¿Qué se puede hacer? Klaas propone dos soluciones: primero, la prensa debe reconsiderar lo que considera “noticioso” (newsworthy) y “tiene una obligación de comunicar la magnitud de algo y no solo la novedad”. ¿Realmente es más importante un desliz verbal de Biden que la sociopatía autoritaria de Trump? Pero más importante, los medios deben cubrir cada una de las locuras y delirios que cometa el candidato republicano, aunque algunos crean que esto “amplifica” su mensaje.

Porque el peligro autoritario es real y los gringos no parecen dimensionar el desastre que representará una segunda administración de Trump. Así que requerimos más exposición a su retórica cruel, delirante y antidemocrática; apostando a que cada día un mayor número de votantes escuchen lo que realmente dice este orate y se alejen de su discurso de odio.

Aún faltan seis meses para la elección. ¿Lograrán triunfar la decencia y la razón?