BABYGIRL, CUANDO EL DESEO ROMPE LAS CADENAS DEL CONTROL

“Equilibrio entre el drama sicológico y la comedia negra”.

Francisca Yolin
Columnas
Share
Babygirl

En un momento en que el cine mainstream parece haber olvidado cómo hablar de sexo con honestidad Halina Reijn irrumpe con Babygirl, un fascinante ejercicio de equilibrismo narrativo que desmonta los clichés del thriller erótico desde sus primeros cinco minutos.

La película nos presenta a Romy (Nicole Kidman), una exitosa CEO de robótica que tras una aparentemente satisfactoria sesión de sexo con su esposo Jacob (Antonio Banderas) se escabulle al baño para ver porno en soledad.

Esta simple secuencia inicial establece el tono de una historia que va mucho más allá del gastado tema de “matrimonio perfecto amenazado por deseos incontrolables”.

La llegada de Samuel (Harris Dickinson), un joven becario que desafía la dinámica tradicional jefe-empleado con una perturbadora falta de subordinación, actúa como catalizadora de una transformación que sacudirá los cimientos del mundo controlado y perfecto de Romy. La directora teje una red de metáforas sutiles pero efectivas: Romy diseña robots que eliminan la necesidad humana, mientras Jacob dirige una producción de Hedda Gabler, ese texto fundamental sobre mujeres atrapadas en matrimonios infelices.

El simbolismo podría resultar pesado en manos menos hábiles, pero Reijn lo maneja con una ligereza que roza lo cómico sin perder profundidad.

La química entre Kidman y Dickinson es notoria, sobre todo en sus primeros encuentros, donde el poder y el consentimiento se entrelazan de formas inesperadas. Kidman interpreta a Romy con una intensidad que contrasta muy bien con la serena seguridad de Dickinson como Samuel. La película brilla en especial cuando explora la dinámica del consentimiento y el poder, ofreciendo una visión más madura y compleja que la presentada en obras como Cincuenta sombras de Grey. La banda sonora de Cristobal Tapia de Veer, junto con una selección musical que incluye momentos memorables con INXS y George Michael, amplifica la tensión erótica sin caer en lo obvio.

Dinámicas

La dirección de Reijn destaca por su capacidad para mantener un delicado equilibrio entre el drama sicológico y la comedia negra, navegando territorios peligrosos con la gracia de una trapecista.

Si bien algunos elementos, como el pasado traumático de Romy en una comuna-culto, quedan subdesarrollados, la película compensa estas pequeñas fallas con momentos de brillantez visual y narrativa.

En especial es notable la escena poscoital donde Samuel baila Father Figure en una habitación de hotel, una secuencia que captura con exactitud la inversión de las dinámicas tradicionales de poder y deseo en el cine.

Babygirl emerge como una sorprendente y refrescante aproximación al thriller erótico contemporáneo, una que entiende que el sexo puede ser tanto una obsesión como un hecho, dependiendo de quién lo observe.

En una época cinematográfica curiosamente asexuada, la película de Reijn se atreve a explorar el deseo con franqueza, humor y sofisticación, creando una obra que, como un baile bien ejecutado, hace parecer fácil lo que en realidad requiere una extraordinaria precisión y valentía.