EL CONDE: AUGUSTO PINOCHET REGRESA EN FORMA DE VAMPIRO

“La estética y la cinematografía evocan el cine de monstruos”.

Francisca Yolin
Columnas
AUGUSTO PINOCHET

El director chileno Pablo Larraín (Spencer, Neruda, Jackie) ha destacado durante casi una década al desafiar las convenciones del género de biopics, explorando tanto las figuras históricas como sus aspectos más íntimos. En su última película, El Conde, Larraín aborda de manera satírica una sombra dolorosa pero significativa tanto para él como para la historia de Chile: el dictador Augusto Pinochet.

La nueva película retrata a Pinochet como un vampiro que finge su muerte tras ser vilipendiado por el pueblo chileno. Vive en reclusión con su familia, deseando su propia muerte, pero enfrentándose a la codicia de sus hijos y la misteriosa monja Carmen.

El guion, escrito por Larraín y Guillermo Calderón, presenta muchas ideas y datos desde el inicio, a veces abrumando al espectador y afectando el ritmo de la cinta. Sin embargo, logra recuperarse hacia el final con giros inesperados y divertidos. Una de las propuestas destacadas es la relación entre la Iglesia y el Estado, representada a través del personaje de Paula Luchsinger como una monja católica con una misión dual. Este planteamiento revela la colaboración de la Iglesia con regímenes totalitarios y sus influencias.

Por otro lado, la introducción de cierto personaje histórico en el tercer acto puede resultar confusa para aquellos sin un contexto profundo de la historia latinoamericana. Esto puede hacer que la película sea inaccesible para el espectador casual y muestra cierto prejuicio por parte del director sobre el nivel conocimiento de la audiencia, lo que puede resultar en un error.

Las actuaciones, especialmente la de Jaime Vadell como Pinochet, son destacadas y transmiten la decadencia física y emocional del personaje. Alfredo Castro como Fyodor también resalta por su actuación en un diálogo lleno de humor negro.

Naturaleza cíclica

Larraín opta por una metáfora al retratar a Pinochet como un vampiro, desviándose de las convenciones clásicas del género, subrayando la monstruosidad real del exdictador. La estética y la cinematografía evocan el cine de monstruos de la Universal de los años treinta, utilizando blanco y negro para crear una atmósfera expresionista. La película cierra con un mensaje alarmante sobre el resurgimiento de regímenes totalitarios y dictaduras, advirtiendo sobre la naturaleza cíclica y destructiva del ser humano.

A pesar de la ambición del director al abordar temas importantes, la película puede agobiar al espectador al centrarse demasiado en estos conceptos.

Sin embargo, es muy rescatable que El Conde nos invita a reflexionar y evitar repetir los errores del pasado en un mundo en constante cambio y desafíos nuevos.

Dónde verla Cineteca Nacional, Netflix.