Como se pronosticó en estas mismas páginas, Estados Unidos y Rusia dejaron fuera de las negociaciones de paz a Europa y Ucrania. O si se quiere matizar, cuando menos los colocaron en un remoto lugar secundario. Se pusieron de acuerdo más rápido Putin y Trump en una llamada de cinco minutos que los líderes europeos en todas sus cumbres de emergencia de los últimos años. Y la pobre Ucrania, por más histrionismo y estridencia que Zelensky le imprima a sus presentaciones internacionales, no ha logrado sentarse a la mesa como igual de las grandes potencias para negociar, puesto que no es una gran potencia sino un territorio que se reparten en esferas de influencia los poderosos.
Ucrania fue obligada a someterse y ceder la concesión de sus minerales para explotación por parte de Estados Unidos a fin de no sufrir su abandono total en el esfuerzo bélico. Por muchas declaraciones grandilocuentes que Macron y otros gobernantes de Europa Occidental emitan la realidad es que no quieren ir a la guerra, vale decir, enviar a pelear a sus compatriotas y gastar una proporción mayor del Producto Interno Bruto (PIB) en defensa.
Y si no quieren ir a la guerra, mucho menos quieren hacerlo en defensa de un país lejano que no forma parte de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) ni de la Unión Europea (UE). Los europeos tienen a su disposición los activos financieros rusos que congelaron como sanción por la invasión a Ucrania. Sus respectivos sistemas bancarios tienen la facultad de apropiarse de esos activos y entregárselos a Ucrania para su defensa. Ni siquiera eso se atrevieron a hacer.
El dinero está guardado y probablemente será devuelto a Rusia una vez que se firme un hipotético acuerdo de paz impulsado por Putin y Trump. La excepción a la indolencia europea son los países bálticos y Polonia, pues saben que una vez que Rusia logre su objetivo en Ucrania o cuando menos salga impune de su incursión imperialista las siguientes víctimas serán ellos.
Indolencia
En Polonia y en los países bálticos se nota la urgencia por armarse y la disposición por ir a pelear a Ucrania a fin de no pelear en su propio territorio más adelante. Repeler la agresión inicial para no tener que enfrentar la siguiente en casa. Será en vano, pues los países europeos grandes no van a permitir la entrada en guerra abierta de los bálticos o Polonia. Y es que el artículo del tratado fundacional de la OTAN establece que, si un aliado de este organismo es víctima de un ataque armado, todos y cada uno de los demás miembros de la alianza considerarán ese acto de violencia como un ataque armado contra todos los integrantes del tratado. En otras palabras, con tal de no arriesgarse a una guerra a gran escala Europa preferirá como siempre la indolencia.
Un mal arreglo entre Putin y Trump es mejor que un gran conflicto entre todos, aunque Ucrania pague los platos rotos y pierda su territorio invadido. No obstante, lo más grave no es eso. Por lo que ha trascendido, no existen garantías de seguridad para Ucrania. A decir de Donald Trump, basta con la presencia de empresas americanas para que Rusia no se atreva a atacar. Sin embargo, la invasión ocurrió a pesar de la presencia de empresas norteamericanas en territorio ucraniano.
En otras palabras, nada asegura que Rusia respetará permanentemente las condiciones del acuerdo dado que no sufrirá castigo alguno por invadir otro país. El incentivo está ahí para que las agresiones continúen en el futuro. Y el pueblo ucraniano ve cómo su destino lo deciden extranjeros.