Es verdad, como dice Marcelo Ebrard, que si Donald Trump aplica un arancel de 25% a los productos mexicanos, o a los canadienses, Estados Unidos se estará dando “un balazo en el pie”: después de 30 años de libre comercio, las economías de México, EU y Canadá están cada vez más integradas e imponer un arancel en una frontera generará problemas a todo lo largo y lo ancho del sistema.
Al final, la consecuencia será un menor crecimiento económico y una mayor inflación en las tres economías.
Pero quizás Ebrard pudo haber añadido que Trump será una piedra en el zapato durante la mayor parte del sexenio de la presidenta Claudia Sheinbaum.
Lo hemos visto ya en los últimos días. El 25 de noviembre Trump lanzó una amenaza contra México y Canadá diciendo que aplicaría un arancel de 25% sobre todos sus productos en el primer día de su gobierno, el 20 de enero de 2025, si no frenaban “la invasión” de inmigrantes ilegales y drogas como el fentanilo. La declaración logró lo que quería: generar preocupación en los mercados y en los gobiernos de los dos principales socios comerciales, además de resaltar su imagen como un gobernante decisivo y comprometido con cumplir sus promesas de campaña.
No solo Ebrard explicó las consecuencias negativas de esos aranceles, también muchos comentaristas e instituciones académicas, como la Tax Foundation de EU, señalan que estos impuestos reducirían la actividad económica de la Unión Americana, elevarían el desempleo y aumentarían la inflación. Solo que al presidente electo estas consecuencias no le quitan el sueño. Lo que quiere es fortalecer su figura política y su poder.
Autoritario
Esto quedó de manifiesto nuevamente el 27 de noviembre, después de que la presidenta Sheibaum y el presidente electo Trump tuvieron una llamada telefónica. Ya con anterioridad Trump había conversado telefónicamente con el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau. Trump y Sheinbaum expresaron ambos que la llamada había sido muy útil y cordial, solo que las versiones de lo que conversaron y acordaron fueron radicalmente diferentes.
En redes sociales Trump afirmó que la presidenta Sheinbaum aceptó detener la migración ilegal a EU cerrando la frontera sur mexicana “con efecto inmediato” para detener “la invasión ilegal” a su país. Dijo también que hablaron de las acciones que México tomaría para detener el flujo de drogas desde territorio mexicano a la Unión Americana. Poco después, sin embargo, Sheinbaum salió a redes para explicar que la conversación había sido diferente y que la postura de México “no es cerrar fronteras sino tender puentes entre gobiernos y pueblos”. Señaló que, en la conversación, lejos de prometer cerrar fronteras, informó sobre qué ha hecho México para atender a los inmigrantes antes que lleguen a la frontera. Esto ha permitido reducir los “encuentros fronterizos” por autoridades migratorias estadunidenses en 75% en 2024.
El que haya versiones muy distintas de la conversación ratifica que la relación entre México y EU será muy complicada.
Trump es un político al que le gusta amenazar públicamente y después llegar a acuerdos en privado. No le importa mentir, sino beneficiarse de lo que dice. Será una piedra en el zapato para la presidenta Sheinbaum.
Trump es como López Obrador, autoritario, y le gusta tomar decisiones por corazonadas sin detenerse nunca a pensarlas antes.