Vivimos en un mundo de infieles. Nos guste o no, estemos de acuerdo o no, lo hayamos vivido o no, es inevitable admitirlo: la enorme cantidad de matrimonios en crisis provocadas por este tema lo confirma, no es casualidad que sea un tema de lo más utilizado en la literatura, el cine, el teatro, la música, las artes plásticas.
La infidelidad, sin embargo, es un conflicto que puede solucionarse con un cambio de ideas, con información acerca de nuestra naturaleza como seres humanos en contraste con las normas morales que las sociedades han construido a lo largo de la historia.
1. Adam Phillips en su libro Monogamy escribió: “La infidelidad es tanto problema porque damos por sentada a la monogamia, la tratamos como a la norma. Quizá podríamos tomar por sentada la infidelidad, asumirla con facilidad y sin vergüenza. Entonces seríamos capaces de pensar acerca de la monogamia”. Aunque disruptiva, esta es una idea muy valiosa, porque si reconociéramos que la monogamia no está en el ADN humano y aún así deseamos tener una sola pareja para toda la vida, podríamos decidirlo como una elección libre, con lo que dejaría de ser un sacrificio. Al dejar de ser un sacrificio el amor tiene la posibilidad de ser pleno.
2. Los seres humanos somos preguntones, aventureros, creativos; nos gustan la adrenalina, las mariposas en la panza, la novedad; buscamos la belleza y experimentamos morbo por lo terrible y lo prohibido. Por eso viajamos, socializamos, vamos a conciertos, nos asomamos cuando ocurre un accidente, escuchamos historias de vidas difíciles y cómo salieron adelante de esas vicisitudes. ¿Por qué no tendríamos curiosidad por conocer a otras personas o interactuar con otros cuerpos durante toda la vida?
3. Las únicas relaciones amorosas que imponen la monogamia son las de pareja. Si amamos a nuestros hijos por igual (no importa si tenemos dos o doce), a nuestros padres por igual, a nuestros amigos por igual, ¿por qué creer que nada más podemos querer románticamente a una persona?
Decisión
4. Hasta hace muy poco la infidelidad era un delito que se castigaba con cárcel. En Arabia Saudita, Irak, Siria, Pakistán y Filipinas sigue siendo penada hasta con la muerte en el caso de las mujeres. El adulterio se despenalizó en México en 2011, España en 1978, Italia en 1969, Francia en 1975, Suiza en 1989, Luxemburgo en 1974, Chile en 1994, Brasil en 2005, Argentina en 1995, Taiwán en 2020, India en 2018, Japón en 1947, Corea del Sur en 2015 y Australia en 1975. En Canadá nunca se tipificó como delito y en Estados Unidos depende de cada estado; mientras en algunos no se sabe si alguna vez fue penalizado, como en Texas, en otros sigue siendo delito grave, como en Oklahoma. En algunos se despenalizó antes de 1990, en otros después de ese año y hasta la actualidad siguen los debates en ciertas ciudades, como en Nueva York, donde todavía no derogan la ley, aunque ya no se aplica desde hace años. Aquí surgen las preguntas: si lo nuestro como humanidad es ser fieles, ¿por qué debatir la necesidad de incluir la infidelidad en la ley y privar a la gente de la libertad o la vida por cometerla? ¿Desear a otra persona que no es tu pareja debe ser motivo para perder tus derechos humanos?
5. La fidelidad no es imposible, sí hay parejas que han sido fieles toda la vida, sí hay quienes fueron infieles una vez y no volvieron a serlo. Lo importante es saber que es una decisión y no debe ser impuesta sino elegida. La fidelidad y la infidelidad están a un “sí” o un “no” de distancia.