AMAR A UN CASADO

Mónica Soto Icaza
Columnas
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Amor

No te enamores de un casado, de una casada, si quieres evitar que esquirlas sanguinolentas corten en fragmentos tu corazón, tu dignidad y, de paso, tus recuerdos. Si te atrae una persona con pareja piensa en que serás una aventura pasajera, diviértete y sigue con tu vida.

Ya sé que te atrae la adrenalina de lo prohibido. Que es mucho más atractivo experimentar los orgasmos y sonrojarte… sin el compromiso. Que las mariposas en el clítoris y el estómago sin la amenaza de marcas de territorio “accidentales”, como cepillos de dientes extra aparecidos en el lavabo, calcetines debajo de la cama u otros objetos “olvidados” suenan a mejor idea.

Ya sé que es divertido ser la amante, el segundo frente, la querida, la otra, la amiguita, el affair; la que recibe los regalos, la atención, las pasiones sin tener que lavar la ropa interior, preocuparse por pagar las cuentas o qué vas a preparar para la cena. Ya sé que ser el secreto, el pensamiento pecaminoso, la sonrisa traviesa en medio del estrés diario suena seductor. Y lo es.

Lo sé porque he estado de los dos lados: primero del lado de la esposa engañada, después del lado de la amante.

Ser la amante es una invitación a no perder la lujuria, el pasón de oxitocina, la adicción erótica. Si eres la amante debes saber que no estarás en su cumpleaños ni en fechas especiales, como Navidad u otras celebraciones. No podrás visitarlo en el hospital si se enferma ni acompañarlo a bodas, velorios, graduaciones, entregas de premios, cenas de negocios y más.

Si eres la amante lo más probable es que durante y al final de la relación tu autoestima quede lastimada: si te enamoras de verdad el peso de ser un secreto puede sepultarte. Si su pareja llega a descubrir la infidelidad —y lo más seguro es que la descubra, nadie puede poner el cuerno impunemente durante la vida entera— tu amor pasará a describirte como “no es nadie”, “no es importante”, “fue un error”, “no es nada comparada contigo”, “solo estaba con ella por el sexo”, “claro que no la quiero”, “tú eres el amor de mi vida” (lo sé porque yo recibí todas esas explicaciones).

Convicción

Además, te vas a convertir, sí o sí, en la villana del cuento, incluso si tú ni siquiera sabías que tenía esposa o, como me pasó alguna vez, si te enteras de que tiene esposa cuando ya estás tan enamorada que resulta impensable seguir sin permanecer a su lado, aunque cueste tan caro.

Si eres la amante debes saber que cuando se haga pública la infidelidad quien menos compasión va a recibir eres tú; eres tú quien se convertirá en el blanco de los insultos, de los dedos que señalan, de las groserías. Si eres la amante debes saber que lo más seguro es que él vaya a elegirla a ella, a su esposa, a la madre de sus hijos, a su compañera de batallas, a la que le ofrece la estabilidad sobre la que ha construido su vida personal y profesional.

Por eso, no te enamores de un casado: si se te antoja, ten la aventura y pon límites, cuídate, no te gastes tu dinero en regalos caros (después créeme que se va a hacer el desentendido cuando le pregunten de dónde salió y tú esforzándote o quizás endeudándote para complacerlo). ¡Ah! Y usa preservativos: aunque jure que no, seguro tiene relaciones sexuales, sin protección, con su esposa.

Invertir el corazón, dinero, expectativas y tu vida en la pareja de otra persona es como pagar las mensualidades para comprar y amueblar un departamento donde no vas a vivir, solo porque se siente bonito y puedes dormir ahí algunas noches.

Sí, ya sé que es tu decisión, nada más cuídate de no quedar con una impagable deuda de autoestima y amor contigo misma.

Lo sé porque también estuve ahí y por eso puedo decirte con esa convicción que solo puede dar el conocimiento de causa: ninguna aventura vale tu integridad emocional.