NUESTRO AMBIENTE DE POLARIZACIÓN

“En Latinoamérica hay indicios de inestabilidad y polarización interna”.

Javier Oliva Posada
Columnas
Polarización

Y escribo nuestro ambiente de manera extensiva porque no se limita al ambiente previo a las elecciones generales del 2 de junio, si bien es cierto que de unos años a la fecha las contiendas en las democracias contemporáneas por el voto de la ciudadanía se caracterizan por posturas radicalizadas y promesas incumplibles.

Ya sea en Argentina, Estados Unidos, México o Colombia los procesos para la elección de representantes y presidentes han sido precedidos por una atmósfera en la que, una vez pasados los comicios, no existen posibilidades para la conciliación o el acercamiento.

De negociaciones políticas ni hablar, siendo esta una de las principales características de la actividad y práctica de la política.

Al párrafo anterior hay que agregar las crecientes e intensas movilizaciones de estudiantes en varias partes del mundo, incluyendo a México, para protestar contra el genocidio a la población palestina. Las imágenes de confrontaciones, reyertas, ocupación de espacios y los posteriores desalojos por parte de las autoridades en cuestión incrementan de manera sensible lo que por infortunio aún parece lejano: al menos un cese al fuego entre las Fuerzas Armadas de Israel y el grupo terrorista Hamás.

La gravedad de la masacre contra la población civil —como lo escribía recién al inicio del conflicto— lo único que garantiza es que la inestabilidad y la violencia en esa zona (ojalá y me equivoque) durará por largos años.

Desde luego, en “nuestro ambiente de polarización” está la continuación de la invasión de Rusia a Ucrania y la consecuente guerra. Ante la afirmación de que algunos países de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) pudieran enviar tropas de apoyo a Ucrania ante la falta de soldados, Vladimir Putin en días pasados hizo del dominio público que había ordenado ejercicios de simulación para el uso defensivo de armas nucleares tácticas —según su posición— en el caso de la llegada de tropas de otros países para apoyar la causa de Ucrania.

También en este caso la prolongación de la guerra generará costos sobre la población civil inocente. Esto es lo único seguro.

Presiones

De regreso a nuestro continente, un vistazo al ambiente en varios de los países latinoamericanos también nos indica algunos indicios de inestabilidad y polarización interna.

Por ejemplo, en Colombia, Gustavo Petro ha expresado de manera abierta y repetida que se trama contra él un golpe de Estado blando; esto a raíz de investigaciones en torno del financiamiento de su campaña presidencial.

Los casos de Perú y Ecuador también nos remiten a que por distintas causas la situación de dichas democracias se encuentra bajo presión.

Venezuela, como sabemos, es un caso aparte, dada la sistemática persecución a la oposición y las notables dificultades económicas que padece la población.

Ante el panorama descrito las responsabilidades de los gobernantes, la opinión pública, la academia, así como los distintos grupos de poder tienen un papel principal para evitar que las naturales diferencias en la democracia pongan en cuestionamiento la viabilidad institucional de la misma, por una parte; y, por la otra, es necesaria la construcción de puentes para propiciar la negociación donde hay abierta confrontación armada para evitar la prolongación de las poblaciones civiles inocentes.

Ya no hay mucho tiempo disponible para atenuar las tensiones. Nadie ganará en la ruta de la creciente polarización; en cambio, sí, todos podemos perder.