A 70 AÑOS DE GODZILLA

“Símbolo del trauma colectivo y los peligros de la arrogancia humana”.

Ignacio Anaya
Columnas
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Godzilla

La cinematografía ha sido siempre un espejo de la realidad, que refleja los contextos sociales y culturales de cada época. Más allá de la gran pantalla, cada película encierra un pensamiento que no solo proviene del director, sino de toda una sociedad y su entorno histórico.

Un claro ejemplo de ello es Godzilla, o como es conocido en su país de origen, Gojira, una de las figuras más emblemáticas de la cultura pop japonesa y mundial. Detrás de este colosal monstruo yace una sociedad que no mucho tiempo atrás había sido testigo del poder destructivo de las bombas nucleares.

Godzilla emergió en 1954, apenas nueve años después de que las bombas atómicas arrasaran Hiroshima y Nagasaki, y dos años luego del fin de la ocupación estadunidense en Japón. Este contexto histórico es fundamental para entender el simbolismo detrás de la película. Japón se encontraba en un proceso de reconstrucción y recuperación, tanto física como sicológica, tras los horrores de la guerra y la humillante rendición ante las fuerzas aliadas.

El director Honda Ishiro¯, nacido en una familia humilde y con experiencia en el ejército durante la Segunda Guerra sino-japonesa, fue testigo de la devastación y el sufrimiento causados por el conflicto. A su regreso a Japón colaboró en proyectos cinematográficos que retrataban la destrucción de Tokio, lo que influyó significativamente en su visión artística. Con Gojira, Honda buscaba advertir al público sobre las amenazas de las armas nucleares y reflejar el trauma colectivo de la posguerra.

Dualidad

Sin embargo, la recepción de la película en Japón fue ambivalente. Mientras el público la acogió con entusiasmo, convirtiéndola en un éxito de taquilla y en un fenómeno cultural, la crítica fue menos indulgente. Algunos la consideraron una mera imitación de producciones estadunidenses como King Kong (1933), subestimando su originalidad y su profunda conexión con la realidad japonesa. No obstante, el público encontró en Godzilla una forma de evasión y una representación metafórica de sus temores y esperanzas.

El nacionalismo emergente en Japón también jugó un papel crucial en el éxito de la película. Luego de recuperar su autonomía la nación buscaba reafirmar su identidad y proyectar una imagen positiva al mundo. Gojira ofrecía una producción local que competía con el cine extranjero, permitiendo a los japoneses apoyar y celebrar su propia cultura en un momento de resurgimiento nacional.

Los temas centrales de Gojira son una reflexión profunda sobre los peligros de la energía nuclear y una crítica a la modernidad desenfrenada. El monstruo en sí es una metáfora del poder destructivo desatado por el hombre y una personificación del terror que las armas nucleares inspiraban en la sociedad japonesa. Las escenas de devastación evocan recuerdos dolorosos de Hiroshima y Nagasaki, y reflejan el miedo latente a un futuro apocalíptico.

Además, la película abordaba el conflicto entre tradición y modernidad. Mientras Godzilla representaba una fuerza antigua y destructiva, la humanidad se enfrentaba a él utilizando tanto tecnología avanzada como sabiduría ancestral. Este dualismo reflejaba la lucha interna de Japón por preservar su identidad cultural en medio de la rápida occidentalización y el desarrollo tecnológico de la posguerra.

Godzilla se convirtió en más que una película de monstruos: se estableció como un símbolo del trauma colectivo y una advertencia sobre los peligros de la arrogancia humana. Su impacto perduró, dando origen a una franquicia que ha evolucionado a lo largo de las décadas, reflejando los cambios en la sociedad japonesa y en la percepción global sobre temas de interés.