Lili era una señora de 78 años. Tuvo dos hijos: una mujer y un hombre. Enviudó a los 63. Como generalmente sucede su hija, Carmen, se quedó con ella para cuidarla. En cambio su hijo se casó y durante años argumentó que debía encargarse de su propia familia. No tenía tiempo ni dinero para ayudar a su mamá.
Con el paso del tiempo Lili dejó de ser independiente. Por su edad, la despidieron de su trabajo y perdió sus ingresos. Tuvo una pensión que le permitió quedarse en casa pero perdió su independencia económica. Al menos tuvo un tiempo para dedicarse a pintar sus acuarelas.
Transcurrieron un par de años y empezó a necesitar ayuda para moverse en casa. Su hija salía temprano a trabajar y regresaba muy tarde por las noches. No estaba ahí para ayudarla a prepararse de comer; hubo días en que Lili no podía servirse a sí misma. Eventualmente perdió el apetito y perdió masa muscular.
Una noche se levantó al baño, se resbaló y se rompió la cadera. En medio de la madrugada su hija la llevó de emergencia al hospital. Carmen faltó varios días a su trabajo y su jefe amenazó con despedirla. Los ahorros que le quedaban a Lili se fueron en el pago de las cuentas del hospital, medicinas y terapias. Llegó el día en que Carmen ya no pudo cuidar a su mamá. De tal manera que le propuso llevarla a un asilo para que pudieran atenderla las 24 horas del día los siete días de la semana.
Abandono
Lili se negó rotundamente, dijo que no iba a sacarla de su casa. Con amargura le gritó a su hija que quería deshacerse de ella y que a la primera oportunidad la abandonaría entre puros ancianos. ¡Ella no era una anciana!
Carmen estaba cansada: no solo no podía mantener a su mamá sino que también había dejado pasar la oportunidad de tener una vida personal y familiar.
Después de varios meses Lili finalmente aceptó probar los cuidados del asilo. Carmen le explicó que estaría bien cuidada y que tendría muchas actividades con amigas y amigos nuevos. Le prometió que iría a visitarla cada fin de semana. Así fue durante un tiempo. Sin embargo, poco a poco, Carmen dejó de llamarla y verla. Lili le llamaba incesantemente durante el día. Su hija dejó de contestar el celular y nunca volvió a visitarla.
Carmen abandonó a Lili en un asilo.
Estimado lector: ¿usted sabe que la mayoría de los asilos reciben donativos ciudadanos para su funcionamiento? ¿Qué sería de miles y miles de viejitos sin esos donativos?