Un viernes, hace tres semanas, amanecí con la noticia de que habían hackeado mi celular. Un amigo mío me llamó a la casa antes de las 7:00 a.m. para preguntarme si estaba bien. Asustado, quiso confirmar el recado que le mandaron desde mi cuenta de WhatsApp pidiéndole dinero: le escribieron como si fuera yo, diciéndole que había estado en un accidente y que una menor resultó herida. Pedían un depósito urgente a una cuenta bancaria a nombre de otra persona.
Intenté abrir mi WhatsApp, pero ya no tenía acceso. Decía que había intentado muchas veces ingresar la contraseña y estaba bloqueado mi número. Tenía que esperar doce horas para volverlo a intentar.
En ese momento avisé en mis redes sociales lo que sucedía. Varios me contestaron por la misma vía que estaban recibiendo el mismo mensaje de “mi parte” pidiéndoles dinero. Más tarde fui a mi compañía telefónica a cambiar el número de celular; desactivaron la línea en ese instante.
Sin embargo, el hacker sigue pidiendo depósitos a mi nombre desde algún lugar de la red.
Una de mis amigas sí cayó en el fraude: se asustó tanto que hizo un depósito fuerte. Es doctora y no había visto Facebook con el aviso que envié.
Durante el fin de semana se detuvo la extorsión, pero volvieron a empezar el lunes. Familiares y amigos me contactaron por Instagram para preguntarme lo mismo, si algo había pasado, porque desconfiaban de los mensajes que recibieron.
Impunidad
Luego entró a Telegram y también pidió dinero por esa vía. Igualmente empecé a recibir recados y llamadas de preocupación. Afortunadamente nadie volvió a caer en el fraude.
Presenté una denuncia ante el Ministerio Público. Ahora tenemos los nombres de hombres y mujeres con varias cuentas en diferentes bancos.
Lamento que hayan hecho pasar un mal rato a mis conocidos, lamento que mi amiga haya hecho el depósito en buena fe. Agradezco a todos su solidaridad y ayuda en difundir este mensaje.
Tristemente nos hemos ido familiarizando con la extorsión: la gran mayoría desconfió de la veracidad de los mensajes. Quienes dudaron se dieron cuenta de que no era yo por el tipo de palabras que utilizaba el hacker y principalmente por las faltas de ortografía. Sin embargo, todos hemos sido víctimas de este tipo de asaltos a través del robo de identidad.
En un país en donde la impunidad es de 99% la delincuencia cibernética algunas veces logra salirse con la suya. Que esta no sea la ocasión.