Su larga trayectoria como epidemióloga y científica la llevó a representar a nuestro país para coordinar los trabajos de los 18 expertos mexicanos ante la Coalición para las Innovaciones de Preparación para Epidemias (CEPI, por sus siglas en inglés), con sede en Noruega, para desarrollar la vacuna contra el Covid-19.
Tan pronto el gobierno federal recibió la invitación de la primera ministra de Noruega, Erna Solberg, para cooperar en el desarrollo de la vacuna, la actual administración no dudó en designar a la doctora María Esther Orozco, una de las científicas más destacadas a nivel global, quien dice a Vértigo que como investigadora “ser libre significa tener la posibilidad de crear”.
—¿Para usted qué es la libertad?
—Es la máxima aspiración de los seres humanos, una gran causa y uno de los conceptos más complejos y difíciles de definir. Nos es tan vital, que los espacios de libertad que gozamos se han ganado a través de batallas en las que se sacrificaron vidas y hasta generaciones enteras. Hay al menos tres tipos de vectores que influyen en la libertad de los individuos: uno, el que tiene que ver con las ideas y la concepción del mundo y la capacidad de soñar y perseguir los sueños; dos, el acceso a los medios de subsistencia; y tres, las normas que rigen a la sociedad y condicionan la conducta de una persona.
Añade: “Para mí ser libre significa tener la posibilidad de crear, de usar el intelecto y el corazón para aumentar —cada quien con su granito de arena— el caudal cultural y el saber de la humanidad por medio de la colaboración y la solidaridad. Las estructuras de poder quitan la libertad porque anulan la capacidad creativa con restricciones a las libertades individuales, con la explotación del trabajo ajeno, con normas absurdas y hasta amenazas de guerra. Para ser libres requerimos tener proyectos creativos que den sentido a la existencia y cultiven la esperanza en un futuro mejor. Para tener proyectos exitosos hay que usar la inteligencia, no dejarla por tiempo largo en pausa”.
—¿Imagina un mundo libre de enfermedades pandémicas en un futuro?
—Me imagino un mundo capaz de manejar las enfermedades infecciosas de forma inteligente, con estrategias sociales y políticas públicas con base en datos científicos. Los virus, las bacterias y los protozoarios viven con nosotros desde antes de que el Homo sapiens surgiera como especie y lo acompañarán hasta que se extinga. La responsabilidad humana en las pandemias es enorme. Hemos destruido los ecosistemas, contaminando el aire, el suelo y el agua, provocando el desequilibrio entre las especies que cohabitan con nosotros. Podemos, sí, evitar las pandemias con estrategias de salud pública que se apliquen no solo en el momento en que surgen las infecciones, sino de manera permanente, a mediano y a largo plazo.
—Como exrectora de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, ¿cuál es su visión de formar generaciones para hacer sociedades más justas y educadas?
—La universidad, en general, ha fallado en su capacidad de formar personas libres de pensamiento. Las estructuras sociales son un dique para ello y ninguna institución está fuera de esta órbita. Sin embargo, conocer, saber, aprender a observar, a experimentar, a analizar resultados y circunstancias forma un pensamiento más libre, porque con estas acciones se combaten los fanatismos, el religioso y el político, que son los padres de la esclavitud mental.
—¿Qué enseñanza nos deja la crisis sanitaria para en un futuro aminorar estos golpes inesperados en la humanidad?
—La pandemia nos recordó que la ciencia es la única que puede resolver una crisis como la que vivimos. Años de trabajo, montañas de saber, cientos de experimentos a través de los siglos permitieron que en menos de un año tuviéramos varias vacunas contra el virus SARS-CoV-2. Hay que recordar que cada hallazgo científico se cimienta en el trabajo y la inteligencia de muchos hombres y mujeres que han aportado su saber desde antes de que la ciencia existiera como la conocemos ahora. Por tanto, el conocimiento es patrimonio de la humanidad, aunque sus frutos los detenten indebidamente solo unos pocos.
Solidaridad
—En el círculo científico en el cual se mueve, ¿cómo se percibe a un mundo que cambió a partir de la crisis sanitaria con la pérdida de libertades en muchos aspectos de la vida diaria?
—Sin duda el mundo cambió. Cambiaron los hábitos de convivencia, la higiene, las creencias religiosas, la confianza en los políticos y la vida social en sí. Se impusieron medidas restrictivas para evitar la propagación del virus; las sociedades y sus líderes fueron evaluados por su capacidad para estimar el impacto de la pandemia y contenerla; las personas permanecieron encerradas en sus casas. Surgió la solidaridad. Muchos valoraron la urgencia de vacunarse para protegerse y proteger a sus seres queridos. Ante el peligro la respuesta para salvaguardar la vida fue restringir temporalmente algunas libertades. Se pensó en el bien común antes que en necesidades personales.
—Existen muchas formas de percibir la libertad humana. Desde su trabajo científico, ¿usted idealiza un mundo libre de enfermedades parasitarias para elevar la calidad de vida de las personas?
—Debemos tener conciencia de que el planeta no es nuestro: muchas especies vivas lo habitan. Tenemos que aprender a convivir con ellas. Muchas son parte de nuestro organismo. Nuestro cuerpo es como una muñeca rusa dentro de la cual viven otros seres vivos. Algunos ayudan en las funciones vitales que realiza nuestro organismo, otros pueden enfermarnos. Eventualmente alguna de esas especies desaparecerá por eventos que ocurran en su ambiente, pero surgirán otras, patógenas o no. Debemos estar preparados.
—¿Qué falta para fomentar la formación de científicos que aporten a la vida social en México?
—Ha faltado en el país una política de Estado que promueva la formación de científicos del más alto nivel y se apoye en la ciencia y la tecnología para resolver los problemas. Tener presente que para hacer ciencia de excelencia se requiere de una educación primaria, secundaria, de bachillerato y universitaria también de excelencia. Ha faltado conciencia de los líderes políticos sobre la importancia de que México sea un país capaz de resolver sus propios problemas por medio de la ciencia y la tecnología, sin necesidad de acudir siempre a otros para hacerlo.
Perfil
María Esther Orozco nació en San Isidro Pascual Orozco, Chihuahua, el 25 de abril de 1945. Fue la coordinadora del grupo técnico-científico que representó a México ante la CEPI para desarrollar la vacuna contra el Covid-19. Es química, bacterióloga, parasitóloga e investigadora. Fue rectora de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México y es integrante de la Academia Mexicana de Ciencias. También es miembro del Instituto de Patología Experimental del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados y fundadora del Centro de Investigación de Ciencia y Tecnología Aplicadas, ambos del IPN, donde es investigadora y catedrática. Su trabajo está recopilado en múltiples publicaciones. Es autora de dos libros y más de 150 artículos publicados en diversas revistas científicas.