“RENUNCIAR A LA REFLEXIÓN ES RENUNCIAR A LA LIBERTAD”

Libertad Bajo Palabra con Alberto Ruy Sánchez

Hector González
Columnas
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Francisco Segura May

A principios del siglo XX la poeta rusa Anna Ajmátova vivió en carne propia la censura y la represión del gobierno ruso. Todavía un siglo después sus versos y biografía son ejemplo para quien enarbola la bandera de la libertad a toda costa.

Tomándola como personaje y tendiendo un puente entre aquella época y los días que corren el mexicano Alberto Ruy Sánchez publica El expediente de Anna Ajmátova (Alfaguara), una novela sobre la importancia del poder transformador del arte.

—A pesar de que la novela alude al pasado, la reflexión sobre la libertad es muy contemporánea…

—Sí. Al final los libros dicen más de lo que uno piensa. Y todavía más cuando trabajas con temas arquetípicos. Tanto el poder como la tenacidad de la palabra poética tienen características que les permitan trascender distintas épocas y funcionar como metáforas de la libertad. Es algo que había trabajado en La literatura en el cuerpo, una obra que muestra a un conjunto de escritores frente al poder.

—Por medio de la historia de Anna Ajmatóva desarrolla los distintos caminos posibles para defender la libertad.

—Los artistas o creadores suelen desarrollar un conjunto de estrategias frente a la telaraña del poder. Afortunadamente la historia demuestra que la libertad de la palabra vence ante el abuso. Solemos olvidar el nombre del tirano sobre quien se escribió una obra y en cambio perviven la novela o el poema.

—Quizá por eso algunos políticos o gobernantes buscan el desprestigio del arte o la literatura.

—El arte defiende el derecho a existir fuera de la lucha maniquea y desde la creatividad. El expediente de Anna Ajmátova habla del poder de la palabra, un poder que no se enfrenta a golpes sino desde una dimensión humana que trasciende la mentira, los estereotipos, la demagogia y el autoengaño colectivo.

—¿Cree que hoy hay mucho engaño colectivo?

—Todos los procesos históricos tienen algo de engaño colectivo y esto crece conforme la gente cree más en sus líderes. Los mejores gobiernos —pensemos en los países nórdicos— los conforma gente poco carismática. Todo hipnotizador hipnotiza y todo político miente: es su trabajo.

—¿América Latina ahora está llena de estos líderes?

—Por supuesto. Esto ya lo había explorado Hanna Arendt. No importa el signo ideológico, lo significativo son la patología individual del poderoso y la patología colectiva de quienes creen en el líder. El mayor antídoto contra la patología colectiva es la poesía.

—¿No suena eso muy iluso?

—No, porque no están en el mismo plano. Equivale a defender el derecho a la existencia. La tenacidad de los mecanismos sociales, por ejemplo en México, tienen que ver con las fiestas populares y eso los hace muy resistentes ante la demagogia. Desde ahí surgen cosas interesantes, sin que esto signifique que están exentos de la violencia del crimen organizado y de la extorsión política. Hoy nos encontramos en el vértice de lo posible porque todavía se pueden encontrar alternativas.

—¿Cómo opera la libertad en su proceso creativo?

—En principio expreso lo que me interesa y en un plano más personal busco que cada uno de mis libros tenga un registro distinto. En el Quinteto de Mogador cada jardín está contado con un registro diferente. Procuro que cada una de mis obras sea fiel a lo que tengo que decir. En el caso de El expediente de Anna Ajmátova me interesaba que cada página fuera una micronovela. Por eso en cada una hay documentación, reflexión, relato y asombro. Creo que todo eso no se podría hacer sin una dimensión muy libre del proceso creativo.

—Y sin confianza en lo que uno hace…

—Es tan fundamental dudar como tener confianza. A lo largo de la historia se demuestra la necesidad de creer en algo. Desgraciadamente, es un hecho también que hay momentos en los que se consolida la demagogia. Un ejemplo es Estados Unidos, donde 30% de la población sigue sin querer vacunarse. La demagogia es un síndrome social tremendo de nuestro tiempo. Lo vemos con líderes como Trump o Bolsonaro, quienes se niegan al uso de la mascarilla. La gente siempre necesita creer y los grandes demagogos explotan esa necesidad y la conducen.

—¿Cómo entiende la libertad?

—La libertad es una facultad humana. No es algo que exista en sí mismo y fácil de alcanzar. Hannah Arendt decía que es una posibilidad de todo ser humano. Sin embargo, cuando renuncias a la cualidad humana de reflexionar en realidad renuncias a la libertad y es así cuando ejerces lo que la misma Arendt llamó la banalidad del mal. Otra reflexión interesante es la de Étienne de la Boétie, quien se pregunta por qué personas libres deciden adorar a un tirano. Su respuesta es terrible: dice que la crueldad del tirano moviliza la propia crueldad de sus creyentes.

—¿La maldad y la crueldad son condición humana?

—Son condición, pero sobre todo son una posibilidad humana.

Perfil

Alberto Ruy Sánchez nació en la Ciudad de México (1951). Narrador y ensayista, estudió Ciencias y Técnicas de la Información en la Universidad Iberoamericana; Filosofía y la maestría en Estudios Cinematográficos y Audiovisuales en la Universidad de Vincennes en París. Estudió con Roland Barthes el doctorado en Letras en la Escuela de Altos Estudios de París. Desde 1988 dirige la revista Artes de México. Entre sus premios destacan el Xavier Villaurrutia (1987), Nacional de Literatura José Fuentes Mares (1991), Prix des Trois Continents (1999), la Condecoración Oficial de la Orden de las Artes y las Letras del Gobierno de Francia (2003), Juan Pablos de Literatura al Mérito Editorial 2006 (2006). En 2020 ocupó el tercer puesto del Concurso de Ensayo Caminos de la Libertad. Entre sus libros destacan Los nombres del aire, En los labios del agua, Quinteto de Mogador y Los demonios de la lengua. Su novela más reciente es El expediente de Anna Ajmátova (Alfaguara).