En México se confunde a la corrupción con un fenómeno social, con el castigo a los corruptos en lo individual: no es lo mismo y el problema se convierte en un arma de doble filo, afirma el doctor en Ciencia Política Mauricio Merino Huerta.
“Siempre se usa el argumento de la corrupción para castigar a los adversarios políticos, pero el fenómeno de la corrupción como tal corresponde a otros resortes, puesto que sigue operando igual”, destaca el también catedrático de la UNAM, El Colegio de México y otras instituciones de educación superior.
Subraya que la corrupción causa mucho daño en una sociedad como la nuestra. “La corrupción mata, literalmente, y sin duda es uno de los más graves defectos que tiene el Estado mexicano”, recalca.
—Un pendiente en México es la consolidación del Estado de Derecho. ¿Qué falta para alcanzar ese objetivo?
—Es más fácil establecer derechos en las leyes y emitir normas que regulen esos derechos, que cumplirlos. Llevar a la práctica lo que se ofrece es a todas luces lo que falla.
Subraya que en el país celebramos mucho cuando se hacen buenas leyes, pero se nos olvida que además hay que cumplirlas y para ello se necesita que el Estado mexicano sea capaz de garantizar los derechos establecidos en las normas jurídicas, que tenga elementos para honrarlos en el día a día, lo que no sucede.
Puntualiza que por los derechos que establecen sus leyes México podría ser el mejor país del mundo, “pero basta asomarse a la realidad para darnos cuenta de que no se cumplen a cabalidad: hay una fractura entre las leyes y la realidad”.
—En el combate a la corrupción, ¿se ataca más a los sujetos que al fenómeno mismo?
—Esa ha sido mi tesis desde hace muchos años. Se confunde a la corrupción con un fenómeno social, con el castigo a los corruptos en lo individual. Aunque hay esfuerzos recientes por tratar de modificar esa mecánica (que tiene una fuerte bronca política), no se ha conseguido.
En su opinión se sigue pensando que combatir la corrupción equivale a castigar a corruptos “cuando se los encuentra, se desea hacerlo y cuando se puede”. Aclara que no es lo mismo y se vuelve un arma de doble filo porque los corruptos del sexenio o de la semana son generalmente los adversarios del régimen. “Siempre se usa el argumento de la corrupción para castigar a los adversarios políticos, pero el fenómeno de la corrupción como tal corresponde a otros resortes, puesto que sigue operando igual”.
—¿Cuál es el costo de enfocar la corrupción de esa forma?
—Son muchos costos. El más importante tiene que ver con la justicia que se imparte en México, que es un largo procedimiento burocrático. La famosa cifra negra, los crímenes que no se denuncian, responde a eso. Las personas prefieren no denunciar porque tienen miedo del sistema de justicia: les va peor cuando denuncian que cuando se quedan calladas.
El fenómeno de la corrupción, agrega Merino, “es sobre todo un acto de captura, de apropiación ilegítima de lo público para convertirlo en algo particular, privado o político. Ha sucedido siempre y sigue sucediendo”.
Precisa que la corrupción causa mucho daño, muertes, violencia y es la causa de buena parte de la desigualdad que vive el país. “La corrupción mata, literalmente, y sin duda es uno de los más graves defectos que tiene el Estado mexicano”.
—¿Qué obstáculos enfrenta la sociedad civil para desempeñar su función en beneficio de la sociedad?
—La sociedad civil promueve la organización de las personas en función de causas comunes, compartidas; para decirlo de manera alegórica, hace bola porque es más fácil defenderse, exigir y protegerse mutuamente cuando se está organizado que cuando se está solo y sin ninguna protección. La sociedad civil no aspira al poder, representa y defiende causas pero no tiene capacidad de decisión. Las organizaciones civiles utilizan el verbo incidir, a mí me gusta más el verbo exigir.
A veces, dice, “se ganan batallas, cambios institucionales, modificaciones a la ley, pequeños triunfos de los que debemos sentirnos orgullosos”.
Sin embargo, asevera, después de lograr algún cambio viene el problema de su aplicación y la falta de cumplimiento del mandato establecido en las leyes, por lo que hay que organizarse nuevamente para que esos cambios efectivamente respondan a la letra de la ley.
“Es una tarea de Sísifo, interminable, inagotable y mucho más difícil en un entorno político como el que vivimos, donde las causas desaparecen en nombre de la polarización política y se vuelven sombra cuando la sociedad política está profundamente dividida en dos bandos, como estamos viendo ahora mismo en México”, añade.
—Científicos y académicos reciben acusaciones por presuntos actos de corrupción. ¿Qué opina usted?
—Acusarlos de delincuencia organizada y de utilizar fondos de procedencia ilícita es a todas luces un exceso, empezando porque los fondos no salieron de procedencia ilícita sino del erario. La Fiscalía General de la República les ha dado un tratamiento como si fuera un cuerpo de criminales, un cártel, lo que es a todas luces excesivo y no puede leerse sino como un acto para causar temor, generar miedo.
Mauricio Merino resalta que no solamente está el miedo que se genera por el uso excesivo de la fiscalía sino también la estigmatización contra los académicos, quienes se dedican a la investigación en las universidades, los centros públicos de investigación, a la docencia, para lo cual hicieron grandes esfuerzos por estudiar maestrías y doctorados y quienes han sido estigmatizados. “Hemos sido estigmatizados; me incluyo en eso también”, subraya.
Señala que “uno se sentía orgulloso de tener el nivel 3 del Sistema Nacional de Investigadores después de años de trabajo. Hoy da temor porque eso no se lo puede uno borrar ya cuando se ha hecho una carrera completa en ese entorno. Da miedo tenerla porque hay un clima de odio y de linchamiento contra científicos e investigadores”.
—¿Qué importancia tiene defender la democracia, la libertad y la pluralidad desde la sociedad civil?
—Es absolutamente elemental. Se olvida que la democracia tiene dos partes, es como un cuerpo con dos piernas. Una de las piernas es la distribución democrática del poder, la integración de la representación política, de las instituciones y la operación cotidiana del Estado a partir de la voluntad popular que se expresa en las urnas, en los votos, con la pluralidad que manifiesta la existencia de los partidos políticos.
La otra pierna, explica, “es la del ejercicio democrático de la autoridad concedida en las urnas. Y ese ejercicio demanda el control de la autoridad a través de los ciudadanos, de los titulares de la soberanía y del origen del poder político. Entonces, cuando una de las piernas no funciona, el cuerpo avanza con mucha dificultad, se tropieza con frecuencia, va de cojito. Y eso es lo que ha venido sucediendo en México. Tenemos una sociedad civil muy frágil, muy débil y últimamente atacada, estigmatizada, violentada de manera muy evidente”.
Advierte que eliminar esta segunda parte, esta segunda pierna en el ejemplo que refiere, propicia que una democracia no funcione adecuadamente y ocurra lo que estamos viendo: partidos enconados con una representatividad muy frágil y un poder presidencial cada vez más potente.
—¿Para usted qué es la libertad?
—Es hacer posible que la vida sea, la posibilidad de vivir a secas y de que cada quien pueda diseñar su proyecto de vida teniendo los medios para realizarlo. La libertad es no ser sometido a otros y no ser violentado por otros. La libertad no se alcanza individualmente: es un bien colectivo. No puede haber una persona libre y todas las demás sometidas. Mi libertad no termina donde comienza la tuya, sino donde se une a la tuya. Mi libertad es equivalente a la libertad tuya y de los demás.
Perfil
Mauricio Merino Huerta es doctor en Ciencia Política por la Universidad Complutense de Madrid. Ha escrito y coordinado varios libros y ensayos entre los que se encuentran Gobierno local, Poder Nacional, Ciencia política en México y La transición votada, entre otros. Se ha desempeñado como profesor de la UNAM, el CIDE, El Colegio de México y la Flacso. Ha impartido conferencias en más de 30 universidades de México y el extranjero. Actualmente es coordinador general de la organización civil Nosotrxs.