“LA LIBERTAD JAMÁS PUEDE SER INDIVIDUALISTA”

José Carlos Ruiz

Hector González
Columnas
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Libertad José Carlos Ruiz-Cortesía Editorial Planeta.jpeg

Para el filósofo José Carlos Ruiz (1975) llevar la filosofía a la vida cotidiana es todo un reto y a la vez una necesidad. “Urge sacarla de las academias y llevarla a la calle”, advierte el autor de Filosofía ante el desánimo.

Hacer de la reflexión un ejercicio fomenta el pensamiento crítico, algo que asegura en esta época es un problema puesto que nos cuesta trabajo comprender a quien piensa distinto y asumir que las emociones no son buenas ni malas, simplemente responden a determinadas circunstancias.

—Usted ha escrito que vivimos en una época en la que se idealiza al “Yo”…

—Así es. Y eso lo vemos todo el tiempo en las redes sociales o en las campañas que promueven la autorrealización como un valor. El problema es que si idealizas al “Yo” y lo potencias a nivel individual te equivocas en la construcción de una identidad real. Toda idealización que prescinda del contacto con el otro es falsa y dañina. Puede generar desánimo porque el sujeto cree que los ideales preconfigurados por el sistema a nivel social son propios.

—¿Cómo llegamos al culto a la personalidad?

—En 2000 la sicología positiva entró como tromba en el ámbito empresarial. Pidió a la gente un entusiasmo personal para fusionar la identidad personal con la laboral. Desde hace veintitantos años al sistema le ha interesado poner el foco de la identidad en lo laboral, está muy interesado en decirnos que la proyección profesional representa el éxito en la vida. Hace 40 o 50 años la realización de un individuo se enfocaba en las horas de descanso y el tiempo libre. Te sentías satisfecho y feliz por el tiempo que pasabas con tu familia, amigos o hobbies. El trabajo era solo un medio para ganarte la vida y para hacer un proyecto de vida, pero esto comenzó a cambiar con la sicología positiva. Cuando la gente siente que su realización está en el plano laboral le quita peso al terreno de la intimidad y equivoca en los proyectos vitales.

Consumo

—Las sociedades con índices de felicidad más altos suelen ser las nórdicas. Estadísticamente son las que dedican más tiempo a actividades extralaborales.

—Sí, habría que estudiar a fondo cómo viven, pero lo cierto es que en nuestros países los límites que separan el tiempo social, laboral y personal se vinieron abajo. Cuando le exigimos rendimiento al ocio empezamos a profesionalizarlo. Si sales a correr no para sentirte bien sino para mejorar una marca, entras en una dinámica donde el deseo de mejorar merma el disfrute de la vida. La felicidad no es un objeto de conquista ni de consumo material o emocional: es el encuentro en la vida de alguien virtuoso.

Durante el siglo XXI, añade Ruiz, “el consumo material ha adquirido una connotación negativa debido a la contaminación del planeta; no obstante, dio el salto a la acumulación de experiencias porque moralmente parece más ético. Se nos vende la idea de viajar para ser plenos, pero no se menciona la contaminación que genera el uso de los aviones, por ejemplo”.

¿Cómo se reinterpreta el concepto de libertad a partir de esto?

—Heidegger decía que la verdadera libertad consistía en apropiarse de uno mismo. Eso implica que una persona sea dueña de sus deseos y emociones, lo cual es muy difícil. Yo apuesto por Emmanuel Lévinas, quien dice que la verdadera libertad está en escaparse de uno mismo; eso significa que todo lo que se encajona en tu idea de lo que debería ser o de cómo eres necesita estar abierto a la interconexión con los procesos a nuestro alrededor. Somos un proceso en construcción. La libertad jamás puede ser individualista. Somos seres que necesitamos ser cuidados y cuidar. La libertad tiene que estar en la interdependencia, aunque sea biológica.

¿Se contrapone la libertad al egoísmo de esta época?

—No sé si estar de acuerdo contigo. No diría que vivimos tiempos egoístas, sino desenfocados. Veo solidaridad también respecto a Ucrania, por ejemplo. Quizás estamos perdiendo la preocupación por entender la mirada del otro. En cualquier circunstancia enseñar a pensar significa comprender las circunstancias propias, pero también las ajenas. Si consigues establecer comunicación franca con quien piensa distinto te liberas, porque haces a un lado tus prejuicios.

—¿Cómo conseguimos esto?

—Hacer una pedagogía del desarrollo de la vida no es tan complicado. El problema es cuando se hace únicamente desde el entusiasmo. Las emociones no son buenas ni malas. Lo natural o bueno es sentirse mal si se muere tu perro, lo contrario sería raro. Las emociones son adecuadas de acuerdo con la circunstancia. Necesitamos asimilar el plano de lo real y no de lo ideal.

RECUADRO

Perfil

José Carlos Ruiz (Córdoba, España) es profesor en la Universidad de Córdoba. Terminó sus estudios de Filosofía becado en la Universidad Sorbona de París y se doctoró en Filosofía Contemporánea. Se ha especializado en pensamiento crítico y su aplicación en los diferentes procesos formativos. Sus investigaciones se centran en la filosofía de la cultura, el análisis de la sociedad hipermoderna y la aproximación de la filosofía a lo cotidiano. Es autor de los libros El arte de pensar (2018), De Platón a Batman: manual para educar con sabiduría y valores (2017), El arte de pensar para niños (2019) y Filosofía ante el desánimo (2021).