Para la doctora María Esperanza Martínez Romero “el conocimiento científico es un patrimonio de la humanidad que debería de estar al alcance de todos”, por lo cual desde la educación básica se debe “incluir a la ciencia para enseñarnos a pensar, para educar nuestra capacidad lógica y crítica”.
Reconocida por la UNESCO, por el actual gobierno de la República y por diversas instituciones públicas y privadas, sus significativos hallazgos científicos han servido para comprender el papel de las bacterias fijadoras de nitrógeno para el aumento de las cosechas, especialmente en cultivos de cereales y leguminosas que contribuyen a la seguridad alimentaria mundial.
La científica mexicana expone en entrevista su postura sobre la libertad y dice que para estar a la altura de los desafíos del siglo XXI México debe aprovechar todo su potencial, lo que incluye tener a cada vez más mujeres y hombres haciendo investigaciones científicas en todas las áreas del conocimiento.
—¿Qué es para usted la libertad?
—La educación y la ciencia dan nuevas perspectivas de pensamiento, respuestas muchas veces insospechadas. Por tanto, la ciencia es promotora de la libertad de pensamiento.
—¿La ciencia es fundamental para incentivar sociedades más educadas y libres?
—El conocimiento científico es un patrimonio de la humanidad que debería estar al alcance de todos, lo cual desafortunadamente no se logra. Hay que pagar por libros y artículos científicos, aunque actualmente existe la tendencia de que los artículos sean de acceso gratuito, además de que hay muchas conferencias de científicos accesibles en las redes. Sin embargo, aunque sean accesibles artículos y conferencias, ¿a quién le van a interesar y quiénes los entenderán? Los mismos científicos no entendemos mucho fuera de nuestra área de conocimiento; yo no entiendo el trabajo de investigación de los físicos o matemáticos, por ejemplo.
Agrega Martínez: “Lo cierto es que la ciencia es cada vez más complicada y hasta abrumadora. Indudablemente, se requieren expertos que puedan seguir los avances, que puedan entender la información, integrarla, proponer caminos de investigación y hacer el conocimiento asimilable al público en general. Necesitamos saber lo que ocurre en la ciencia. Las sociedades mejor educadas pueden tener una mejor calidad de vida”.
—¿Cree en un mundo con seguridad alimentaria y sin hambrunas? ¿Existen procesos científicos para lograr eso?
—Beber y comer son nuestras mayores necesidades biológicas para sobrevivir, además de respirar. Alimentar a la gran familia humana es una tarea titánica que preocupa con mucha razón a los expertos, que pronostican hambrunas para 2050. Previendo esto, existe un gran interés en desarrollos científico-tecnológicos que puedan contribuir a una mayor producción de alimentos. No podemos predecir si se logrará producir suficientes alimentos para una población creciente, será muy conveniente concientizar a la población para que tenga muy pocos hijos.
—Muchos problemas que afligen a la humanidad, como la obesidad, el cambio climático y la pérdida de biodiversidad, crecen en gran parte debido a la ignorancia…
—Durante mucho tiempo se ignoraron los efectos de fumar y ahora se avanza mucho en entender las mutaciones que causa y sus efectos en la salud. Hasta se ha documentado que los padres fumadores pueden pasar mutaciones a sus hijos. De igual manera, se acaba de descubrir que un té que se consume en China produce cáncer. También ignorábamos que la alta fructosa contribuye a la obesidad y hace más de 30 años empezaron a añadirla a los refrescos que tanto se consumen en México; y ahora la añaden hasta al pan integral y bebidas fermentadas.
En este sentido, puntualiza, “una sociedad no ignorante podría presionar para tener acceso a comida sana. La ignorancia no solo ocurre en México, sino que países como Suecia también fueron ignorantes de los efectos de los altos niveles de fertilizantes químicos y su uso excesivo los llevó a arruinar sus lagos, donde ahora crece maleza muy difícil de erradicar. Los fertilizantes también podrían ser responsables de la proliferación del sargazo que invade las costas de Cancún y la Riviera Maya, ignoramos las causas”.
Enseñarnos a pensar
—Usted ha sido una fiel promovente de que cada vez más jóvenes se orienten hacia la ciencia. ¿Qué tan importante es esto para lograr sociedades libres y justas?
—La educación básica debe incluir a la ciencia para enseñarnos a pensar, para educar nuestra capacidad lógica y crítica, no para enseñar datos que nunca sirvan en la vida de las personas. Las sociedades pensantes pueden tener mejores hábitos de vida diaria y de políticas públicas. Un futuro sin científicos sería aterrador, pero tal vez no está tan lejano. Muchos jóvenes prefieren dedicarse a actividades más redituables, mientras que otros no tienen acceso a la educación que se necesita para ser investigador. Hace unos años un colega francés me platicó que los jóvenes franceses no estaban interesados en estudiar la biología molecular de plantas y que no tenía alumnos. En México también algunos investigadores se quejan de no tener alumnos.
—Diversos problemas que afectan a la humanidad y que podemos resolver con ciencia se complican por la burocracia. ¿Qué hacer para superar este dilema?
—Yo era coordinadora de la Licenciatura en Ciencias Genómicas de la UNAM cuando me pidieron acreditarla ante el organismo correspondiente. Fue un trámite engorroso y largo; hasta pidieron planos e inventarios no solo del edificio de la licenciatura, sino hasta de los dos centros participantes. En el proceso una joven de Administración de la UNAM ofreció muy amablemente ayudar en la parte de la evaluación de egresados y profesores. Después de realizar diversas entrevistas en las que muy pocos profesores participamos, ella elaboró cuestionarios con un número excesivo de preguntas, ¡en un caso, 80! Para las evaluaciones necesarias para la acreditación recorté el número de preguntas y reflexioné que así nace la burocracia. ¡Hasta con muy buena voluntad!
En otra ocasión, agrega, “hace muchos años, le escribí a una administradora del Conacyt para expresarle mi opinión sobre el cuestionario de evaluación de proyectos. Era falto de lógica y repetido. Ella no se había percatado del problema. De verdad que debemos revisar esos trámites, tanto de solicitud como de evaluación de proyectos, que son tan ineficientes y de poca utilidad. La UNAM no se salva”.
—Finalmente, ¿qué representa incursionar en la ciencia en un mundo que demanda grandes cambios?
—Los humanos somos la especie más invasora del planeta. Hemos colonizado todos los hábitats posibles. Destruimos, extinguimos y contaminamos. No se necesita mucha ciencia para reconocer esto, pero sí para resolver todos los problemas que hemos creado.
Perfil
María Esperanza Martínez Romero nació en la Ciudad de México el 25 de agosto de 1957. Estudió licenciatura, maestría y doctorado en Investigación Biomédica en la UNAM. Realizó un posdoctorado en Francia en el Instituto Nacional de Investigación Agronómica (INRA) de Toulouse. Es investigadora titular de la Licenciatura en Ciencias Genómicas de la UNAM, integrante del Centro de Ciencias Genómicas de la UNAM en Cuernavaca y del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) con nivel 3. En 2019 recibió el Premio Nacional de Ciencias en el área de Ciencias Físico-Matemáticas y Naturales. En 2020, el Premio L’Oréal-UNESCO para Mujeres en Ciencias. El Congreso de Ciudad de México le entregó la Medalla al Mérito en Ciencias 2021 Ingeniero Mario Molina.