NECESITAMOS TAMBIÉN UNA CURA PARA LA VIOLENCIA

Estamos llegando a un punto de quiebre que de pasarlo será complicado regresar.

Tomás Caparroso
Columnas
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Desde inicios de este año el mundo enfrenta un importante problema de salud ocasionado por el Covid-19. En un inicio se vislumbraban otros problemas relacionados con una recesión económica o en la educación, pero no solo han sido estos: día a día vemos un incremento de la violencia con un sinnúmero de casos de racismo, de división política, de desavenencias entre ciudadanos y autoridades o de abusos policiales.

La sociedad está harta de que las autoridades no tengan un claro objetivo de acción frente a todos los problemas que la aquejan, como la violencia que no solo daña a unos: daña a todos. A diario se presentan nuevos casos, los cuales podrían hacer una lista interminable. Dos de los más sonados en las semanas recientes fueron la muerte de George Floyd en Minneapolis, Estados Unidos, y el caso de Giovanni López en Jalisco. Dos casos de violencia policial que desafortunadamente terminaron con muertes.

Estas aberrantes actuaciones por los excesos en el uso de la fuerza de la policía provocan una desaprobación unánime, lo que trae consigo protestas por todo el mundo, porque pareciera que tampoco tenemos la cura para la violencia ni la madurez para lidiar con estos problemas.

A inicios de junio el gobierno mexicano determinó que el periodo de confinamiento culminaba y comenzaba una “nueva normalidad”, que seguirá contando con medidas y restricciones para irse adaptando a una sociedad a la sombra del virus.

Pero día a día nos damos cuenta de que esta situación no merma, los contagios y defunciones van en aumento a una velocidad que no se esperaba e incluso se habla de que en un futuro muy próximo podría volverse al confinamiento, la gente a sus casas. Nos encontramos socialmente en una crisis con altos índices de violencia, de desempleo, de pobreza…

Conciencia

El gobierno ahora tiene grandes problemas y lo que más nos incumbe es la violencia, porque parece que de un momento a otro renació el odio que en las estructuras mentales supuestamente estaba olvidado, lo cual no es así.

La situación hoy no está para incitar discursos de odio, de quejas. Estamos llegando a un punto de quiebre que de pasarlo será complicado regresar; mientras los políticos sigan polarizando, la sociedad se fractura, los problemas aumentan.

Hoy como ciudadanos no solo nos enfrentamos a un problema de salud, que de por sí ya genera tensiones sociales, sino también a un problema de violencia, de desigualdad, de racismo, de abusos de poder, de dolor por las víctimas, de miedo. Es momento de repensar y analizar qué se está haciendo mal, cómo resolverlo y, sobre todo, actuar.

Jean Paul Sartre dijo: “Desconfío de la incomunicabilidad; es la fuente de toda violencia”. Debemos entender que el diálogo es el inicio para analizar el fondo de los problemas; debemos aprender a escuchar para comprender, no escuchar para responder.

Hoy los tiempos no son los mejores para dejar de atender todas las problemáticas: tenemos la crisis del coronavirus y fuertes complicaciones económicas. Los políticos deben dejar a un lado su obstinación y cerrazón: con ello no se gana nada. Al contrario: se deben buscar el diálogo, la unión, las soluciones.

No queremos vaticinar desgracia, pero si seguimos haciendo las cosas de la misma manera el día de mañana los disturbios se multiplicarán, la violencia, las amenazas ecológicas, los abusos policiales continuarán ya que de no resolver esto la más afectada seguirá siendo la sociedad, las familias.

Necesitamos una cura, pero esta no vendrá de una sola persona o con simples modificaciones a la ley: vendrá de un cambio de mentalidad, de conciencia, generando una nueva cultura en la que imperen el diálogo, la comunicación, el respeto, la solución pacífica de los conflictos. Mientras más dejemos pasar el tiempo, más tardaremos en resolver los problemas.