LA MEDIACIÓN Y LOS CONFLICTOS SOCIALES

Todos necesitamos de todos.

Tomás Caparroso
Columnas
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El momento de una “nueva normalidad” estaba a punto de comenzar con el cambio de semáforo epidemiológico de rojo a naranja en la Ciudad de México, lo que traía consigo cierta esperanza porque, si bien no había que descuidar los consejos de salud, se retomaban algunas actividades económicas que habían permanecido paradas por lo menos tres meses: un poco de alivio para las personas y la economía.

Para contextualizar la jefa de Gobierno capitalina anunció que a partir del 29 de junio la Ciudad de México pasaría a semáforo naranja, lo que conlleva que más sectores puedan reabrir: restaurantes y hoteles a 30% de su capacidad, estéticas, peluquerías, salones de belleza, tiendas departamentales y uno muy importante, el Centro Histórico, que concentra una gran actividad económica y tránsito de personas.

En este último lugar los primeros días, pese a las medidas sanitarias que se establecieron, las calles aledañas al Zócalo y en especial los negocios con productos ferreteros, eléctricos y de herramientas lucieron abarrotados; la afluencia de personas fue extensa. Ante esto, y para evitar las conglomeraciones, se instalaron filtros sanitarios e incluso se estableció un orden que va de acuerdo con la primera letra del apellido por día y un número de personas con el fin de controlar una catástrofe mayor. Pero los contagios y muertes por Covid-19 no ceden y conforme transcurren los días los números se incrementan.

Es fácil para las autoridades ordenar arbitrariamente dos semanas más de aislamiento, pero para las pequeñas empresas o población en general no lo es, porque los recursos económicos —quienes llegaron a tener— no son infinitos y porque hay que buscar generar trabajo ante las nulas oportunidades de hoy.

Momento complicado

Las personas se encuentran en un estado de vulnerabilidad e incertidumbre por no tener un derrotero visible de qué será el mañana y para muchos se ha convertido en un lema: “No nos vamos a morir de Covid, nos vamos a morir de hambre”, palabras tristes y que deberían tener un gran eco en lo social, sobre todo en acciones por parte del gobierno para tratar de que los golpes a las economías de las familias no sean tan fuertes.

Estamos en un momento complicado. Tenemos problemas de salud, de violencia, de desempleo, de seguridad… No podemos estar polarizados sino que debemos encontrar unidad y esto solo lo lograremos con base en diálogo y comunicación. Nosotros ya hemos referido en anteriores entradas uno de los temas relevantes en la mediación: la comunicación mediante el diálogo y la escucha activa que busca generar entre las personas las mejores soluciones a sus problemas y así generar una cultura de paz.

Esta cultura de la paz implica tratar de erradicar todo tipo de violencia y encontrar soluciones pacíficas a los problemas de las personas, además de erradicar la pobreza, la desigualdad, abonar a los derechos humanos y a la democracia, entre otros factores.

La mediación funge como uno de esos mecanismos alternos que, por antonomasia, busca a través del diálogo y la escucha activa, en general de la comunicación, encontrar las posiciones, intereses y necesidades de las personas para resolver de fondo sus problemas, para con ello generar satisfacción, lo que permitirá cumplir los acuerdos pactados, y a su vez generar paz, ya que no quedan rencillas o inconformidades entre las personas.

Dialogar implica no solo expresar las ideas de uno sino también saber escuchar lo que dice el otro. En este caso concatenando lo sucedido en el Centro Histórico y las multitudes de personas que a diario asisten y representan una potencial zona de contagio, cada una de las partes tiene una necesidad y obviamente por cuestiones humanas sería imposible satisfacer cada una de estas, pero aquí es donde se puede negociar y llegar a consensos y bienes comunes, porque tanto los comercios necesitan vender como los clientes comprar; todos necesitamos de todos.

Es importante no echar por la borda el uso de la mediación y solo dejarlo como una moda política o jurídica, o también como instrumento para cumplir con determinados objetivos internacionales. Las bondades de este mecanismo son muchas: desde la forma de comunicación, la flexibilidad, la economía o el tiempo. Si desde un inicio estamos conscientes de que nuestra forma de comunicarnos debe ser “escuchar para entender y no escuchar solo para responder”, evitaríamos muchos de los conflictos, y sobre todo los que se presenten se resolverían de la mejor forma ya que habremos avanzado mucho en la construcción de una sociedad con una cultura de la paz.

Recordamos las palabras dichas por el poeta español Antonio Machado: “Para dialogar, preguntad primero; después… escuchad”.